La pintora coreana Chun Kyung-Ja es una de las pioneras en la historia del arte moderno coreano, y aunque es más reconocida por sus obras de vivos colores de figuras femeninas y flores, la creadora encontró la inspiración para sus pinturas en su propio proceso de superación de los sufrimientos internos y el trauma de su adolescencia.
Fuente: Artnet
Aunque fue menos conocida en el mundo del arte occidental, su historia fue una que se hizo en el extranjero, ya que, aunque nació en 1924 en Goheung, una pequeña ciudad en la parte sur de Corea, Chun estudió sus fundamentos de arte en la Escuela Privada de Bellas Artes para Mujeres en Tokio, Japón.
Después de tener su primera exposición individual en 1946, dos años después de graduarse, desarrolló silenciosamente sus habilidades de pintura durante la década de 1950, mientras su país atravesaba la confusión de la Guerra de Corea.
En este tiempo, a pesar de la incertidumbre, Chun realizó exitosas exposiciones individuales más de diez veces en Japón antes de regresar a Corea hasta 1955 cuando recibió un premio presidencial honorable en la Exposición Nacional de Arte que le abrió la puerta a la docencia, una disciplina que nunca soltó hasta el final de su vida.
Después de haber podido regresar a su ciudad natal, y ya cuando sus lienzos comenzaban a encontrar su lugar en el gremio artístico, Chun finalmente se dio cuenta de su afecto por el mar azul ilimitado de Gohung, su ciudad natal donde se vio obligada a soportar su infortunado destino como mujer: ser hija sin las mismas posibilidades que los niños, esposa sin poder opinar y madre a una edad temprana.
A pesar de su temprano éxito como artista y gran influencia como profesora en la Universidad de Arte de Hongik, una de las universidades de arte más prestigiosas de su país, Chun nunca dejó de dedicar su vida a desarrollar su propio estilo único a lo largo de su carrera artística.
Sobre ese período, dijo más tarde:
Para sobrevivir a las tragedias que sucedieron en mi vida personal, el hambre y la guerra, tuve que pintar esas abominables criaturas. Ese fue mi grito para confirmar mi voluntad de vivir.
Al resistirse a seguir los estilos convencionales que prevalecían en la escena artística local en Corea en ese momento, incluso a pesar de la fuerte influencia de sus maestros japonenes, la mayoría fascinados por la escuela fauvista y abstracta europea, Chun continuó experimentando con motivos y colores coreanos, inspirándose en las pinturas y la arquitectura tradicionales coreanas, convirtiéndose en una de los artistas más auténticas de su país en un momento de implortante influencia extranjera.
En las décadas de 1960 y 1970, cuando las capas de sus obras se volvieron más gruesas y con más textura, la talentosa creadora hizo pinturas que exploraron el concepto de belleza dentro del dolor, un tema que llegó a definir su obra. Produjo y exhibió una variedad de pinturas y dibujos que representan paisajes extranjeros y retratos de personas que encontró mientras viajaba por el mundo.
Viajando con frecuencia a las islas del Pacífico, el sudeste asiático, Europa, América y África, en busca de inspiraciones exóticas para su trabajo, la pintora realizó pinturas de temas como una banda de jazz en Nueva Orleans y bailarines hawaianos.
Copacabana, 1979. Fuente: chunkyungja.org
En esta etapa, sus lienzos también presentaron figuras femeninas solitarias con ojos solemnes pero conmovedores, acompañadas de flores, mariposas y pájaros vibrantes, lo que reflejó su mensaje definitivo como artista, uno dedicado a evocar al espectador y a encantar por medio de su propio mensaje de belleza.
Como algunos de sus antecesores, dígase Lee Ungno y Chang Ucchin, que reflejan el profundo aprecio de los coreanos por la naturaleza y su deseo de encarnar la belleza de sus colores en los edificios en los que vivían, la paleta de Chun ilustra su deseo de llenar su lienzo con los tonos de la naturaleza.
Chun se retiró de la pintura en 1991, cuando una de sus obras se vio envuelta en un escándalo de falsificación, no obstante, varios años después el caso se resolvió a su favor.
Después de varios años de silencio, en 1998, Chun donó 93 de sus pinturas al Museo de Arte de Seúl, que ha estado mostrando 34 de estas obras como parte de una exhibición permanente desde 2002.
ODE, 1965. Fuente: chunkyungja.org
Después de quedarse postrada en cama por una hemorragia cerebral en 2003, Chun Kyung-Ja se mudó a Nueva York para vivir con su hija. Aunque alejada de su país natal, sus obras continuaron mostrándose en Corea.
Murió de una enfermedad crónica cuando enía 91 años, pero continúa siendo considerada como una de las figuras más importantes de la escena artística nacional.