Nueve de cada diez personas que han escapado de Corea del Norte son capturadas por los guardias fronterizos, un delito que tiene dos posibles resultados: la cárcel o la muerte. Sun Mu fue el uno de esos diez que lo logró su cometido, y se dedicó a pintar no solo los retratos de opresión, sino lienzos de esperanza y expresión creativa.
Y es que en 1971, cuando nació el artista, el hambre estaba devastando su país mientras la dictadura del presidente Kim Il-Sung limitaba todas sus probabilidades de pleno crecimiento, por lo que sirvió en el ejército, como era la decisión mayoritaria para los jóvenes del país, mientras turnaba su tiempo en la universidad donde estudió arte de manera limitada, siempre pasando hambre dada la escazes de bienes.
Conforme iba creciendo y entendiendo que la dictadura de su país solo complicaría los retos de su vida, se convenció con la idea de marcharse, y es que el sistema de educación artística en Corea del Norte continúa siendo muy diferente al que existe en Corea del Sur, ya que en el norte, los estudiantes se dividen en función de sus especialidades.
Fuente: Altervista
"Pensé que Corea del Norte era un buen país. Yo era uno de los que estaban dispuestos a morir por su líder, pero al final, cuando tienes hambre... necesitas comer."
Fue precisamente esta hambre que lo vió lograr su cometido en 1988, nadando a través del río Tumen para llegar a China y luego a Corea del Sur.
De acuerdo al mismo pintor expatriado, llegó a la siguiente conclusión:
Cuando llegué a China, me di cuenta de lo difícil que sería la vida sin una identidad legal, y me dije a mí mismo, el sur también es mi tierra, y también había oído que a personas como yo se les concedía automáticamente la ciudadanía, así que compré un mapa y terminé tomando un autobús a Laos, antes de viajar a Tailandia. Desde allí, tomé un vuelo a Corea del Sur. Eso fue en 2002. No tenía un plan real, pero pensé para mí mismo, preferiría morir en el intento que vivir sin una identidad.
Cuando finalmente llegó y pudo instalarse al moverse entre el gremio pintórico más libre de Corea dadas sus habilidades con el pincel, como respuesta irónica a su propia búsqueda de identidad, el joven adoptó el pseudónimo de Sun Mu, ya que dada la naturaleza controvertida de su obra de arte, hay aspectos de sí mismo que no puede compartir, garantizando así poder trabajar con tranquilidad y evitar represalias contra su familia que aún vive en Corea del Norte.
Dicho pseudónimo adoptado por el artista se traduce aproximadamente como "sin fronteras" en inglés, convirtiéndose a su vez en una declaración audaz de que cruzó un límite figurativo y literal. De este modo, el niño que había sido entrenado para crear carteles y murales para el gobierno comunista se convirtió en el primer desertor del Norte que ha ganado fama como pintor en el Sur aplicando ese mismo estilo de propaganda.
"Me muestro a través de mi trabajo", dijo después de una exposición en 2007 que le valió reconocimiento internacional, uno que, desde entonces, lo ha visto mostrar su trabajo en galerías de todo el mundo.
Hoy día, a diferencia del arte de la propaganda de sus años anteriores, donde pintó consignas sobre los males del capitalismo y reprodujo a los Kims como dioses, está pintando a los líderes parados bajo una bandera al revés y con orejas de Mickey, un delito que se castiga con la muerte en su tierra natal.
Al final, más que una declaración política, y a pesar de que ambos países tienen sus propios problemas, el mensaje general de Sun Mu es uno de optimismo y libre de las limitaciones de la dictadura, con lo que ha logrado definir su propio estilo con obras satíricas que fusionaban imágenes del comunismo norcoreano con el arte pop, a veces incluso inspirándose en el colorido mundo de Disney.
Sus mordaces parodias del régimen de Corea del Norte explotaron de popularidad en 2007, lo que le valió al artista un reconocimiento internacional que ha llevado su trabajo a galerías de todo el mundo.
“Mi trabajo, lo que llamo 'mi propaganda', contiene críticas al régimen. Pero también contiene muchos de mis pensamientos, mis esperanzas para el futuro en imágenes", declaró el artista.
Al día de hoy, ya con 49 años y establecido como un consolidado pintor, Sun continúa con su discurso, uno que, junto con Bansky, mejor refleja los sentimientos del ciudadano a pie, el que convive a nuestro alrededor todos los días.
A finales de 2015, se estrenó I Am Sun Mu, una película del director Adam Sjöberg, que retrata el viaje del artista desde su tierra natal así como sus preparativos para una exposición de obras en Beijing, que finalmente fue clausurada por funcionarios del gobierno.
En su sitio oficial, uno puede aprender más sobre sus obras así como de la ideología que lo define. Ahí, escribe un poema que bien podría expresar los sentimientos de su arte, uno que se lee a continuación:
Talking about peace and reconciliation between Norht and South Koera has become a “crime”.
Talking about world peace has a “crime”.
Talking about the people who live in this world, about the life I have lived so far and the life I will live in the future, has become a “crime”.
Here is the song this “criminal” wanted to sing out loud at his Beijng exhibition.
I, too, have a heart given to me by my parents.
Somebody pinned a red badge over it.
I was grateful and happy to be somebody’s subject.
It became everything to me.
The world made me into an orphan who wasn’t an orphan.
It gave me the pain of parting and it gave me new encounters and huge courage.
The badge that somebody had pinned over my heat fell away.
Now I have a heart that beats only for me.
I am Sun Mu.
It was all I believed.
It was all I knew.
It was my whole life.
Now, I think I understand somewhat.
If that is happiness, I won’t be happy.
If that is everything, I don’t want to live.
Now, I know my own separate self.
Now, I cry out to the world.
I am Sun Mu.
After the separation I never wanted, I flung myself into the wilderness.
I spent every day in fear of being discovered and deported.
Then, spending one New Year away from home, I wrote a letter to my family.
With no hope that it can ever be delivered, I pray that its spirit, at least, reach them.
I didn’t want the pain of separation.
I didn’t want the life of a slave.
I didn’t want to die.
The sun in the sky shines dazzlingly,
but the struggles of those living in the darkness
bring pain to my heat.
Whom is the ideology for?
Whom is the politics for?
Whom is the war for?
Let the sky be my witness.
In Beijing, China, in 2014,
Sun Mu