Consecuencias de escritoras que vivieron el anonimato para ser reconocidas

08 de Diciembre de 2020 a las 16:29 hrs.
Sidonie-Gabrielle Colette, mejor conocida como “Gauthier”. FOTO: Creative Commons
Sidonie-Gabrielle Colette, mejor conocida como “Gauthier”. FOTO: Creative Commons

 

A lo largo de la historia, las artes y la ciencia han representado un camino tortuoso y difícil de alcanzar para muchos sectores de la sociedad, particularmente para las mujeres. Quienes han tenido que buscar alternativas de exposición con el objetivo de ejercer su trabajo con reconocimiento y libertad.

Debido a ello, numerosas escritoras tuvieron que ceder su nombre a un seudónimo masculino; en un principio para que su obra se difundiera, y con el tiempo, para poder conquistar lectores de distintos géneros, como fue el caso de Joanne Rowling: J.K. Rowling.

Pese a que el seudónimo masculino no siempre ha sido una opción, como lo demostró Jane Austen, quien firmó Emma, Pride and Prejudcie y Sense and Densibility con el sobrenombre A Lady, el mundo de la literatura aún es un campo que necesita evolucionar para ser terreno de igualdad.

Esta es una breve recopilación de autoras que se adelantaron a su tiempo por la manera en la que relataron su mundo emocional, intelectual, imaginario y colectivo, y sus consecuencias.

Amantine Aurore Dupin 

Amantin-Lucile-Aurore Dudevand, también conocida como Amantine Aurore Dupin, fue una escritora, periodista, dramaturga, novelista y compositora francesa que publicó su obra literaria bajo el seudónimo George Sand.

Considerada una de las escritoras más influyentes del siglo XIX en Europa, es representante del romanticismo francés, y sus obras con mayor trascendencia son Indiana, Lélia, El compañero de Francia, Consuelo y Los maestros soñadores.

Debido a su visión creativa y cotidiana, Sand se enfrentó a la sociedad de su época en distintos aspectos, pero la independencia de ser una mujer creadora le permitía algunas concesiones como vestir ropa masculina o fumar en público.

No obstante, sus conductas sociales le trajeron como consecuencua perder los privilegios que había obtenido como baronesa, pese a ser la figura literaria más prominente de su época.

“El recuerdo es el perfume del alma”- Amantine Aurore Dupin

Mary Ann Evans 

De origen inglés, Mary Ann Evans se dejó envolver por el amor a la lectura y dejó de lado las cuestiones maritales; su presentación en el mundo literario lo hizo con el seudónimo de George Eliot.

Gran representante de la literatura del siglo XIX junto a Henry James y Joseph Conrad, la obra de Evans sobresale por su complejidad, emoción y puntual atención en la psicología.

Adam Bede, El hermano Jacob, El molino junto al Floss, El velo descubierto, Silas Marner y Middlemarch, son algunos títulos de su prolífica carrera.

Su idealismo fue de gran influencia para George Meredith, Thomas Hardy y Marcel Proust, quien era un gran admirador de su obra.

“Sólo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor” – Mary Ann Evans

Sidonie-Gabrielle Colette

Mujer inspiradora y revolucionaria, Colette fue una de las musas y practicantes literarias más populares del siglo XX, su obra se introdujo a los círculos literarios con los seudónimos Willy y Gauthier.

Colette no solo estudió en la Academia Goncourt, también la presidió y recibió la Legión de Honor Francesa por su labor en las letras, un reconocimiento escasamente otorgado a las mujeres. Además se desempeñó como actriz y guionista.

De su amplio repertorio literario sobresalen las novelas Gigi, La Femme cachée, Julie de Carneilhan, Paris de ma feneêtre y Le Fanal bleu.

Pese ha haber recibido reconocimiento en vida por vindicar los derechos de la carne sobre el espíritu y los de la mujer sobre el hombre, actualmente el trabajo de Colette no ha sido valorado con mayor determinación.

“Los viajes sólo son necesarios para las imaginaciones menguadas” –Colette

Matilde Cherner

Descrita como mujer de ideas progresistas, y de claras y marcadas convicciones políticas, Cherner publicó numerosos textos y novelas bajo el sobrenombre de Rafael Luna.

Brillante representante del pensamiento femenino madrileño, Matilde Cherner escandalizó con su obra María Magdalena, en donde abordó la prostitución como profesión legalizada en 1880.

Misma que representa la primera novela española en la que una prostituta es la protagonista.

No obstante, su libro más famoso se titula Ocaso y aurora, escrito que inició como una serie de entregas periodísticas en donde muestra las consecuencias de los acontecimientos históricos en las mujeres de la monarquía.

“Cuando a los señores psicólogos, filósofos y moralistas les venga en voluntad hacer sobre nuestro ser intelectual un estudio tan largo, profundo y concienzudo como los fisiólogos, médicos y naturalistas hicieron sobre el físico, la ciencia la moral y la filosofía habrán dado un paso de gigante” – Matilde Cherner

Cecilia Böhl de Faber

Su obra es considerada como un vínculo entre el costumbrismo, la novela romántica y el realismo, toda ella publicada con el seudónimo de Fermán Caballero, el cual eligió por “su sabor antiguo y caballeresco”

Sus ideas se encaminaron a defender las virtudes tradicionalistas, la monarquía y el catolicismo; sin embargo, con la obra La gaviota, buscó retratar a la mujer española de un modo distinto al relatado por el Romanticismo europeo, y la identificaba como sensual, independiente y pasional, pero consciente de las buenas costumbres.

Aunque no aceptó ser vinculada a las autoras contemporáneas por sus tendencias libertarias, la obra de Cecilia es un fragmento de historia.

“Yo en todos los libros acostumbro a leer el prefacio, porque a veces suele ser lo mejor de la obra” – Cecilia Böhl de Faber

Las hermanas Brontë

Charlotte, Anne y Emily Brontë aportaron una visión excepcional y fantástica a la literatura de la época victoriana del Reino Unido.

El 29 de diciembre de 1836, cuando se desempeñaba como una joven profesora, Charlotte Brönte le envió sus mejores poemas al poeta Robert Southey para conocer su opinión sobre si merecían ser publicados o no.

La respuesta fue: “La literatura no puede ser asunto de la vida de una mujer, y no debería ser así”, pero eso no detuvo a la autora de Jane Eyre, quien publicó con el nombre de Currer Bell.

En tanto, su hermana Emily, de tendencia a hacer observaciones poéticas de la naturaleza y reflexiones filosóficas, escribió su única y trascendente novela: Cumbres borrascosas, bajo el seudónimo de Ellis Bell.

Por su parte, Anne Brönte se presentó como Acton Bell para difundir su novela Agnes Grey, en donde narra la vida de Agnes, una joven de Inglaterra que se dedica a ser institutriz (la única forma que tenían las mujeres para ganarse la vida en ese entonces).

“Qué delicioso que sería convertirme en institutriz, salir al mundo, empezar una nueva vida, tomar mis propias decisiones, desarrollar las facultades que tenía sin usar, probar las capacidades que ten­go y que no conozco, ganarme mi propio salario. No importaba lo que dijeran los demás, yo me veía perfecta­mente capacitada para la tarea” - Agnes Grey

A partir de estas pioneras en la escritura y en la defensa de los derechos de la mujer para pertenecer y labrar a su manera las distintas disciplinas artísticas, distintas figuras se han sumado a tomar el seudónimo como un señuelo mercadológico o de protesta.