Rosario Castellanos, la voz femenina de las minorías

11 de Mayo de 2020 a las 13:20 hrs.

 

Considerada una de las literatas mexicana más importantes del siglo XX, Rosario Castellanos, fue una de las principales precursoras del movimiento de liberación femenina.

Nacida en la Ciudad de México y quedando huérfana a temprana edad, se graduó de maestra en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1950, lo que la acercó a figuras como Ernesto Cardenal, Jaime Sabines y Augusto Monterroso.

Castellanos, que también estudió en la Universidad de Madrid donde llevó cursos de estética y estilística, fue profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en la Universidad de Wisconsin, en la Universidad Estatal de Colorado y en la Universidad de Indiana.

Aunque se inició en la literatura como poeta, su primer libro fue la novela Balún Canán (1957) que junto a Ciudad Real (1960), su primer libro de cuentos y Oficio de Tinieblas (1962), su segunda novela, forman la trilogía indigenista más importante en la narrativa mexicana.

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A la par, escribió durante años en el periódico Excélsior, además de que fue promotora del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del Instituto Nacional Indigenista.

En 1972, finalmente Rosario Castellanos reunió su obra poética en Poesía no eres tú, aunque también abordó el ensayo y teatro, con El eterno femenino, una clara conciencia del problema que significa, para su autora, ser mujer y mexicana.

A la defensa de las mujeres

Casada con Ricardo Guerra Tejada, profesor de filosofía, Castellanos sufrió abortos involuntarios, la muerte de una hija recién nacida y la infidelidad de su pareja.

Divorciada tras 13 años transformó la depresión en una lucha por la defensa de los derechos de las mujeres.

Su inteligencia, coherencia y aptitud para las letras la hicieron una destacada de su época que alzó la voz por los indígenas, mujeres y pobres.

En sus poemas abordó de igual modo el dolor y el milagro de existir, así como la injusticia y el anhelo de terminar con ella.

Fue nombrada embajadora de México en Israel en 1971, y trabajó como catedrática en la Universidad Hebrea de Jerusalén y como diplomática.

Murió en Tel Aviv, el 7 de agosto de 1974, a los 49 años, a consecuencia de una descarga eléctrica, provocada por una lámpara cuando acudía a contestar el teléfono, al salir de bañarse.

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