Louise Glück (1943-Nueva York, Estados Unidos) es considerada una de las voces con mayor trascendencia en la literatura contemporánea y pluma imperdible de la narrativa femenina.
Dicho ingenio la ha dotado de los reconocimientos más importantes de la cultura universal: el Premio Pullitzer de poesía en 1993 y el Premio Nobel de Literatura 2020, pero ¿qué hace tan especial la obra de la escritora norteamericana?
Los versos de Glück destacan por su austeridad expresiva y complejidad conceptual, cuyo origen reside en el tránsito por vivencias áridas y luminosas que ha retomado de su intimidad; de allí que se le conozca como una poeta “confesional” o “subterránea”.
Viajar al fondo de sus poemarios es recorrer parajes sombríos que desdibujan los contornos del yo: “Trae a nuestro mundo la vieja noción de que la poesía y el visionario están entrelazados”, advirtió el periodista Holly Prado.
El apellido de Glück –término germano referente a la felicidad– contrasta con la historia personal de la escritora y su respectiva traducción a la poesía.
Fragmentos de historias que la Nobel suele representar con arquetipos mitológicos, como el de Perséfone, la hija de Zeus y Démeter, a quienes los griegos le concedieron el carácter de divinidad, primero de las flores, las estaciones y la fertilidad, hasta transformarla en la diosa del inframundo.
Al respecto, Glück declaró en una entrevista que dichas referencias hacen alusión a las lecturas de su infancia y juventud: “Eran mis cuentos para dormir. Y ciertas historias se identificaban particularmente conmigo, especialmente Perséfone; he estado escribiendo sobre ella de vez en cuando durante 50 años”.
La melancolía y la desilusión abrumadora de la condición humana transcritas con una esencia luminosa en la obra de Glück se han comparado con la intimidad y desilusión impresos en el trabajo de la genial Sylvia Plath.
No obstante, de acuerdo a la autora de El iris salvaje (1992) y El triunfo de Aquiles (1985), la experiencia arquetípica en su literatura no encuentra raíz en la autobiografía, sino en una experiencia general en donde “las luchas y alegrías de los humanos, que nacen y luego se ven obligados a irse de este mundo” confluyen por igual en la individualidad de cada lector.
Acerca de la transformación constante y el perfeccionamiento de su poesía, Louise Glück considera que en su profesión es inherente la aventura y tiene afición por dejarse llevar hacia lugares desconocidos durante su creación.
Asimismo, sobre la brevedad de sus poemas, Glück destaca su fascinación por el poder de la sintaxis: “los poemas que más me han conmovido no fueron los más opulentos verbalmente. Eran poetas como Blake y Milton, cuya sintaxis es asombrosa, por la forma el que el énfasis se desplegaba”.
Louise Glück en tres actos poéticos
Amante de las flores, del libro Ararat (1990)
En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba
con placas de granito en el centro:
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena de mugre algunas veces…
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de
ladrillo.
Cada primavera, espera las flores.
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.
No todo prospera en Long Island.
El verano es, a veces, muy caluroso,
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…
El vestido, del libro Vita Nova (1999)
Se me secó el alma.
Como un alma arrojada al fuego,
pero no del todo,
no hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió adelante. Crispada,
no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.
El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?
Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado
grande
para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.
Lago en el cráter, del libro Averno (2006)
Entre el bien y el mal hubo una guerra.
Decidimos que el cuerpo fuese el bien.
Eso hizo que el mal fuese la muerte,
que el alma se volviera
completamente en contra de la muerte.
Como un soldado que desea
servir a un gran señor, el alma
desea cerrar filas con el cuerpo.
Se puso en contra de la oscuridad,
en contra de las formas de la muerte
que reconocía.
De dónde viene la voz
que dice: y si la guerra
fuese el mal, que dice
y si fue el cuerpo el que nos hizo esto,
nos hizo tener miedo del amor.