El amor secreto de Emily Dickinson que inspiró sus poemas

27 de Abril de 2020 a las 14:08 hrs.

 

Reconocida en el mundo como uno de los poetas fundamentales estadounidenses, Emily Dickinson se caracterizaba por ser una prolífica escritora en la intimidad de su hogar, sin embargo durante su vida no se llegaron a publicar ni 12 de sus casi mil 800 poemas.

Entre ese acervo, que con el paso de los años se fue desvelando, destacan las cartas que enviaba con gran frecuencia a su cuñada Susan Gilbert

 

La hermana menor de Emily, Lavinia Norcross fue quien descubrió las obras de la poetisa y, tras la muerte de la artista, se convirtió en la primera compiladora y editora de su poesía.

Lavinia jugó un papel vital en la vida de Emily, fue su confidente y protectora hasta el último día de su vida; la escritora no era partidaria de compartir sus textos con el mundo  y su vida privada permanecía en total resguardo, pero la mayor parte de sus obras hablan de un amor pleno hacia alguien, un hombre o una mujer cuyo nombre no menciona y con quien dice, jamás podría casarse.

Excompañera de estudios de Emily en la Academia de Amherst, Susan se convirtió en amiga y confidente de la poeta, prueba de ello, es la correspondencia que mantenía frecuentemente con quien posteriormente se convertiría en su cuñada.

La relación entre Emily y Susan era tan fuerte que, al menos, cerca de 300 poemas de amor de Dickinson iban dirigidos a Gilbert y ese amor era correspondido.

A continuación, te compartimos una de esas tantas cartas que la estadounidense escribió a su entrañable amiga:

 

Están limpiando la casa hoy, Susie, y he hecho un rápido bosquejo de mi cuarto, donde con afecto, y contigo, yo pasaré esta mi hora preciosa, la más preciosa de todas las horas que marcan los días al vuelo, y el día tan querido, que por él cambiaría todo, y tan pronto como pase, suspiraré otra vez por él. No puedo creer, Susie querida, que casi he permanecido sin tí un año entero; el tiempo parece a veces corto, y mi recuerdo de ti caliente como si te hubieras ido ayer, y otras veces si los años y los años recorrieran su camino silencioso, el tiempo parecería menos largo. Y ahora como pronto te tendré, te sostendré en mis brazos; perdonarás las lágrimas, Susie, acuden tan felices que no está en mi corazón reprenderlas y enviarlas a casa.

No sé por qué es -pero hay algo en tu nombre, ahora estás tomando de mí, que llena mi corazón por completo, y mi ojo, también. No es que mencionarlo me aflija, no, Susie, pero pienso en cada «sitio soleado» donde nos hemos sentado juntos, y no sea que no haya no más; conjeturo que ese recuerdo me hace llorar. Mattie estuvo aquí la tarde pasada, y nos sentamos en la piedra de la puerta delantera, y hablamos de vida y de amor, y susurramos nuestras suposiciones infantiles sobre tales cosas dichosas – la tarde se fue tan pronto, y caminé a casa con Mattie debajo de la luna silenciosa, y sólo faltabas tú, y el cielo. Tú no viniste, querida, pero un poquito de cielo sí, o eso nos pareció a, pues caminamos de un lado a otro y nos preguntábamos si ese gran bendición que puede ser nuestra alguna vez, se concederá ahora, a alguno. ¡Esas uniones, mi Susie querida, por las cuales dos vidas son una, esta adopción dulce y extraña en donde podemos mirar, y todavía no se admite, cómo puede llenar el corazón, y hacerlos en pandilla latir violentamente, cómo nos tomará un día, y nos hará suyos, y no existiremos lejos de él, sino que quedaremos quietas y seremos felices!

 

¿Sabías que?

Emily nunca fue buena para las matemáticas y a cambio de escribir las composiciones de sus compañeras, estas le hacían las tareas de álgebra y geometría.