Edgar Allan Poe, el gran maestro del cuento corto, las historias policiacas y la literatura de terror, nació en Boston el 19 de enero de 1809, y creció en un hogar adoptivo liderado por el empresario John Allan y su esposa Frances en Richmond, Virginia.
La historia de Poe es particularmente conmovedora e intrigante, y ese halo de dramatismo y misterio ha acompañado a su obra en el camino a la inmortalidad.
De su carácter aristocrático, al considerarse un “caballero del Sur”, destacó su inclinación por no cuestionar los valores con los que fue educado: escepticismo ante el progreso y la democracia, exaltación de la mujer en su papel de esposa y madre, justificación de la esclavitud, idealización del feudalismo medieval y desprecio por el maquinismo.
Familiarizado con el folclore de las historias de zombis, aparecidos y la magia negra, transmitidas en su niñez por sus nodrizas y los criados de origen afroamericano, y lector voraz de los cuentos de terror publicados en las revistas inglesas y escocesas que llegaban a la oficina de su padrastro, Edgar comenzó a crear universos fantásticos guiado por su ímpetu creativo e imaginación, actividad que rendiría frutos a través de los años.
De acuerdo al argentino Julio Cortázar, Edgar Allan Poe sentó las bases para revalorizar el cuento literario y revitalizó la práctica literaria al escribir numerosos cuentos que se caracterizan por su gran fuerza expresiva y calidad literaria.
Asimismo, en su calidad de poeta, el escritor generó un impacto considerable en los autores que le sucedieron, entre ellos el surrealista André Breton y el poeta francés Charles Baudelaire, quien desarrolló el simbolismo de su obra inspirado en los versos de Poe.
De su producción poética, el texto que le legó fama internacional fue “El cuervo”, un poema narrativo de 1845 que sobresale por su musicalidad, lenguaje estilizado y atmósfera sobrenatural, en donde se narra la misteriosa visita de un cuervo parlante a la casa de un amante en desgracia por la muerte de su compañera, y de su lento descenso hacia la locura.
Miro al pájaro negro, sonriente
ante su grave y serio continente
y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:
«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »
Dijo el cuervo: “Jamás”.
Fragmento del poema “El cuervo” de Edgar Allan Poe
H. P. Lovecraft
De “El cuervo” de Poe volamos al mundo de Cthulhu, la mitología construida por Woward Phillipps Lovecraft, mejor conocido como H. P. Lovecraft, escritor estadounidense nacido el 20 de agosto de 1890 y representante indiscutible del horror cósmico.
Emblema de la literatura fantástica, H. P. Lovecraft se distinguió por crear una línea narrativa que se aparta de las tradicionales historias de terror sobrenatural –satanismo y fantasmas– e incluye elementos de ciencia ficción como razas alienígenas, viajes en el tiempo o la existencia de otras dimensiones.
La principal aportación de Lovecraft a la literatura fue la creación de una cosmogonía propia, elaborada junto con otros autores de su círculo literario, formado principalmente por amigos y corresponsales, entre ellos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, y August Derleth.
Aunque este universo era principalmente mitológico, y sus historias de corte esencialmente sobrenatural, algunos de sus temas han influido directamente en la ciencia ficción.
Mary Shelley
En este sentido encontramos a Mary Wollstonecraft Godwin, conocida popularmente como Mary Shelley, quien, además de ser pionera en el género de terror, fue un parteaguas en la literatura hecha por mujeres, y legó al mundo la primera obra de ciencia ficción: Frankenstein (1818).
Originaria de Londres, Inglaterra, Shelley nació el 30 de agosto de 1797, y se dedicó a la dramaturgia, el ensayo y la redacción de biografías.
Enmarcada en la tradición de la novela gótica, Frankestein aborda temas como la moral científica, la creación y deconstrucción de vida y el atrevimiento de la humanidad en su relación con Dios.
De las numerosas herencias ideológicas que Shelley dejó con esta obra convertida por el cine, el arte y la televisión en un tema de la cultura pop, es la advertencia sutil de la responsabilidad científica en los tiempos de la genética y la inteligencia artificial.