Algunos expertos de arte latinoamericano podrían debatir que Lino Enea Spilimbergo es el gran artista argentino, no obstante, lo verdadero es que fue quien mejor introdujo el estilo europeo a la corriente latinoamericana, ya que sus experiencias en Europa reflejaron en sus obras la elección de estilos y épocas para estudiarlos mas que la irreflexiva absorción de la totalidad.
Nacido el 12 de agosto de 1896 en el barrio porteño de Palermo como el hijo de Antonio Enea Spilimbergo y María Giacoboni, inmigrantes italianos, Lino Claro Honorio Enea Spilimbergo, de joven integró el colegio salesiano Don Bosco para después decidirse a estudiar dibujo de ornamentación en la Escuela Industrial ubicada en la calle Salguero.
Desde joven comenzó a trabajar en diferentes oficios, para empezar como cadete, telefonista y luego en la Oficina de Correos y Telégrafos, no obstante, nunca pudo deslindarse del arte, por lo que a la par de sus trabajos estudió la figura humana, igualmente se perfeccionó en la técnica de grabado de la monocopia.
Spilimbergo y su esposa Germaine. Foto: Télam.
Influenciado por profesores como Pío Collivadino y Ernesto de la Cárcova, el joven finalmente logra su entrada al Salón Nacional de Bellas Artes donde recibe el Primer premio al Grabado por sus aguafuertes Elementos de Trabajo e Invierno e inicia formalmente su incursión al arte.
A los 22 años, tras la muerte de su padre, comienza a escribir una autobiografía y se vuelca por completo al arte y realiza su primera exposición individual, haciéndose poco a poco de un nombre por medio de los galardones distintivos.
En 1925, renuncia a su trabajo en la Oficina de Correos y recibe por parte del Salón Nacional el Premio único al mejor conjunto, que le permitirá viajar a Europa y empaparse de las técnicas que allí se estilaban. Así, el joven que padecía por su condición de asmático crónico estaba camino a cumplir su sueño.
Ya instalado en Europa, pasa un tiempo y estudia en Francia y en Italia, primero en la Académie de la Grande Chaumière, y luego en el prestigioso taller de André Lhote, donde aprendió todo lo que necesitaba sobre la composición y el color, pero sobre todo de dibujo.
En esa etapa que fue de formación, aprende, entre otras, la técnica de la pintura al temple, las pinturas postcubistas y es influenciado por la obra de Paul Cézanne.
Especificamente en Italia, adquiere la técnica renacentista que aplicará en sus grabados, el arte etrusco, bizantino, dejándose llevar por la imponente obra de Carlo Carrá y Giorgio De Chirico.
Durante esos años europeos, entabla amistad con Antonio Berni y otros artistas argentinos que eran conocidos como “los muchachos de París”. Además de sus inquietudes artísticas, los unía su ideología de izquierdas. Incluso al regresar a Argentina esta amistad se mantuvo intacta y armaron una comunidad en base a sus ideas gremiales.
Todos estos conocimientos se conjugaron en una síntesis para definir el estilo único de Lino, donde conviven lo clásico, lo moderno, lo surrealista y lo metafórico.
En 1928, el artista argentino regresa a su país natal junto a su esposa francesa Germaine y toma la decisión de dedicarse a una temática social que pudiera ser plasmada en la estética mural. Así, e 1933, se integraría al Frente Popular organizado por el Partido Comunista, y decide fundar el Sindicato de Artistas Plásticos. Ese mismo año, junto a Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, y los artistas Enrique Lázaro y David Alfaro Siqueiros, crea un mural imponente que hoy se encuentra en exhibición en el Museo de la Casa Rosada (ex Museo del Bicentenario).
Años más tarde, un Spilimbergo sumergido en la lucha social, crea junto a Manuel Colmeiro Guimarás y Demetrio Urruchúa, Castagnino y Berni el Taller de Arte Mural, cuyo trabajo se puede observar en los murales dentro de las Galerías Pacífico de Buenos Aires. La intención era plasmar el arte social, comprometido con el humanismo, oponiéndose al arte exclusivo para las minorías, así comola lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza.
Con el paso del tiempo, se volvió docente e impartió clases de dibujo geométrico y ornamental en la Escuela de Artes Gráficas. Entre 1948 y 1952 dio el salto a la Universidad de Tucumán, donde fue director del Instituto Superior de Artes. Como maestro dio clase a otros artistas emergentes como Enrique Sobisch Medardo Pantoja, Luis Lusnich, Eolo Pons, Leopoldo Presas y Ana Sacerdote.
A partir de la década de 1950 su arte se volcó a participar de numerosas exposiciones tanto individuales como colectivas. A partir de 1959, alternó su residencia entre en Buenos Aires y en Unquillo, provincia de Córdoba, donde falleció el 16 de marzo de 1964 a los 67 años.