En estado de tensión contenida, la pintura de Norma Bessouet se presenta dicotómica: lo humano y lo animal, lo marcadamente neoclásico y lo estructuradamente onírico, la imagen de la mujer adolescente y la inquietante presencia del varón-niño mediador; la feminidad -sugerida por la forma de los bosques- y la virilidad, presente en la figura de los animales. Polaridades que se atraen y que conforman el mensaje de una poesía altamente codificada, sin palabras y sin nombres, que golpea el pensamiento.
Norma, nacida en 1947, fue una pintora y escultora argentina que se centró principalmente en los retratos, la domesticidad y el desnudo femenino.
Su madre, Luisa Enero, era ilustradora y pintora, quien inspiró el interés de Bessouet como artista. Su padre, Ivan Bessouet, era ebanista. Enero y él apoyaron el interés de Bessouet por las artes visuales hasta 1964, cuando la estudiante fue aceptada en la Academia de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredon, de donde se graduó en 1968. Ahí, Bessouet estudió con Ideal Sánchez, y se vio muy influenciada por el trabajo de Aída Carballo. A menudo, afirmó que Carballo era su única influencia.
Fuente: Desde mi espejo
A pesar de cierto éxito antes sus competencias argentinas, Bessouet luchó por encontrar el éxito comercial y la apreciación en la escena de las galerías de Buenos Aires. Fue rechazada de las principales galerías por ser mujer artista y no se identificó colectivamente con el feminismo y la lucha femenina, por lo que optó por atacar el patriarcado del mundo de las bellas artes de forma independiente en lugar de con otras mujeres artistas, dando así pie a la creación de la Unión de Feministas Argentina.
En 1974, Bessouet se mudó a Londres, Inglaterra para empaparse de las corrientes europeas que estaban profundamente marcadas en el escenario del arte; recibió una beca de la Slade School of Fine Arts y también pasó algún tiempo trabajando en Italia. En 1976, pasó un tiempo en Barcelona, donde intentó llamar la atención por su carpintería. Su madre le envió las herramientas de ebanistería que usaba su padre. Con esas herramientas fabricó muñecos que tenían caras que "recordaban los famosos prototipos del siglo XIX creados en París por Pierre Francois Jumeau.
Estas muñecas, que más tarde se popularizarían, tenían ojos de vidrio, ropa hecha de encaje y elementos antiguos adicionales. Las muñecas son muy abstractas y tienen "elementos orgánicos" que se representan en cabezas agrandadas, ojos de formas extrañas y genitales expuestos. Gracias a estas creaciones. se convirtió en becaria en 1981 en el Ministerio de Cultura de España. Esta beca la hizo viajar a la ciudad de Nueva York, donde eventualmente se mudaría a tiempo completo.
A partir de 1981, Bessouet viivó en la ciudad de Nueva York como artista de tiempo completo, donde continuó explorando su trabajo con muñecas. Asímismo, las muñecas que creó en Nueva York eran dramáticamente diferentes a las de España, de un tipo "andróginos, angelicales", alados y hechos de materiales transparentes. Las muñecas han sido descritas como "emblemas del feminismo" y "criaturas sin sexo".
Mientras estuvo en Nueva York, se centró principalmente en la pintura, con sus muñecas andróginas apareciendo en su trabajo, a menudo como figuras eróticas en entornos místicos.
Bessouet trabajó tanto en Nueva York como en Buenos Aires sin jamás utilizar modelos profesionales en su trabajo, prefiriendo trabajar con personas que conoce personalmente hasta su muerte el 1 de junio de 2018, en Buenos Aires, dejando un legado que es imposible resaltar como una de las más llamativas de los pintores contemporáneos de Argentina.