Pocos pintores han logrado como Ricardo Carpani esa inmediata conexión con su momento histórico, y es que sus pinturas y afiches son el canon de toda una estética política.
Plasmada con trabajadores de volúmenes titánicos, con brazos nervudos y gargantas abiertas, de rasgos duros y facetados, los puños nudosos y los rostros serios, sus imágenes hablan sobre el pueblo, los obreros y su lucha, la militancia, la revolución, el socialismo y los sentimientos de la nación.
Todas las tensiones de los años de mayor radicalización de la política en Argentina cobran vida en la obra de Carpani, y por eso es un pintor importante.
Fuente: EcuRed
Ricardo nació el 11 de febrero de 1930 en la localidad de Tigre, provincia de Buenos Aires, y pasó su infancia ahí hasta que en 1936 su familia se mudó a la ciudad de Buenos Aires, donde cursó sus estudios secundarios en el Colegio Rivadavia.
Comenzó los estudios de abogado pero los abandonó cuando en 1951 decidió radicarse en París, donde comenzó a interesarse seriamente en la pintura, tomando cursos que luego continuó en Buenos Aires. Vivió dos años en la capital francesa, y a su regreso dedicó un tiempo a viajar por Chile y el interior de nuestro país. Una vez asentado en Buenos Aires retomó los estudios de pintura, esta vez con el maestro Emilio Pettoruti, con quien expuso por primera vez en 1957 junto a Juan Manuel Sanchez.
Tras realizar su primer exhibición, dos años más tarde se hizo miembro fundador del Movimiento Espartaco, cuyo texto fundacional reclamaba por la ausencia de una expresión plástica de la realidad nacional, es decir, latinoamericana, revolucionaria y anti-imperialista. Enfundados en lo que se llama “izquierda nacional”, crearon el “Manifiesto por un Arte Revolucionario en América Latina”.
Ese documento, redactado por Carpani, embiste contra el “coloniaje cultural y artístico”, producto de la sumisión del país al imperialismo y al control que “la oligarquía ejerce sobre los principales resortes de nuestra cultura”, con su “mentalidad extranjerizante, despreciativa de todo lo genuinamente nacional y popular”.
Si bien Carpani se alejaría rápidamente del grupo, no abandonaría ya esta forma de entender el lugar del artista en relación con su mundo, traduciéndola en su obra plástica y también en notas periodísticos y en libros.
Se hizo parte del “realismo socialista” y fue identificado como parte de la tradición del muralismo latinoamericano de artistas como Orozco, Rivera y Guayasamín.
Carpani falleció en 1997 en una Argentina cruelmente alejada de la que lo había visto partir, y donde parecían haberse apagado los ecos redentores de la política, ahogados en sangre y frivolidad.
Poco antes de morir, el artista dijo: “si tuviera que volver a vivir mi vida elegiría el mismo camino de lucha… Sin ningún tipo de concesión, sin haberle chupado las medias a nadie, alcancé un reconocimiento que ahora tengo”.