Kushana Bush ocupa una posición singular dentro del arte neozelandés contemporáneo.
Atravesando la historia, la cultura y la sociedad, sus composiciones meticulosamente detalladas, personajes multiétnicos y narraciones abiertas se combinan para crear un lenguaje visual único. Es un enfoque que ha atraído una atención significativa para esta artista con sede en Dunedin, atrayendo al público a la compleja coreografía de su mundo.
En el mundo meticulosamente detallado y escenográfico de Kushana, nacida en 1983, los temas religiosos se mezclan con narrativas seculares, que a menudo se manifiestan en violencia ritual.
Sus grandes construcciones narrativas examinan lo que la espiritualidad, el ritual y la comunidad pueden significar en un mundo contemporáneo.
El culto, el ritual y la fe (incluso los tipos no religiosos, como la creencia en el poder del arte), también son un parte vital de su arte monumental, ahí, encuentran nuevas formas.
Las pinturas intrincadamente detalladas de Bush se inspiran en diferentes épocas y realidades, y representan una variedad de interacciones y comportamientos humanos, desde actos de devoción y tortura hasta parejas eróticas.
Ofreciendo una visión un tanto distópica de las relaciones humanas, Bush aborda temas universales: amor y odio, venganza y salvación, devoción y rechazo, bien y mal, que resuenan a través de culturas, geografías y tiempos.
Se basa en influencias dispares, que incluyen la pintura india en miniatura, los grabados japoneses 'ukiyo-e', el rico mundo de la pintura de manuscritos medievales europeos y los eventos de la vida moderna, y sus combinaciones de motivos aparentemente no relacionados.
De escala íntima, pero de contenido dramático, las composiciones meticulosamente creadas por Bush destacan la devoción del artista por iluminar el comportamiento humano.
Mis pinturas se crean lentamente; se refieren al pasado y hablan del aquí y ahora. Sin embargo, cuando una imagen está completa, es tan extraña para mí como la parte posterior de mi cabeza (...) Con regularidad, descubro cosas en cuadros que he hecho que no recuerdo haber pintado. La mejor manera de describir ese fenómeno es comparar la fabricación de una miniatura con dar un largo paseo por una montaña; posiblemente no puedas recordar cada guijarro que viste en el camino.
Si miramos más allá de la intensidad de sus imágenes detalladas y de la escena en juego, podemos establecer que se está produciendo un intercambio entre dos partes.
Los gestos de las manos y las expresiones faciales de sus protagonistas rebotan de una parte a la otra, y entre sus cuerpos amontonados, se encuentran una variedad de ofrendas.
A la vez confuso y equilibrado, sus obras están repleta de mensajes contradictorios.
La capacidad de Bush para unir diferencias y semejanzas de una manera tan original y compleja es lo que hace que su forma narrativa de investigación sea tan intrigante, y además, lo que la colocan como una de las artistas más llamativas de su generación.
Sus representaciones históricas de colisión y coexistencia aprovechan algo fundamental sobre el tejido de las sociedades: la forma en que comulgamos y nos comunicamos; la forma en que construimos significado y creamos propósito, y la forma en que intercambiamos y evolucionamos.
Con sede en Dunedin, donde creció entre las colecciones de miniaturas indias y xilografías japonesas de sus padres, Bush continúa trabajando entre los libros y el material de archivo de una biblioteca, así como el sonido de las noticias en su radio.
En su trabajo, aún existe la sensación de mirar el mundo, como un observador silencioso, desde la distancia. ¡No te la pierdas!