A lo largo de toda su vida, Okumura Togyū siempre dijo que el arte nunca está terminado, y no importa qué tanta dedicación se le ponga al lienzo, siempre estará incompleto.
Con esa determinación, Okumura hizo frente a su arte y a su vida, una que comenzó el 18 de febrero de 1889.
A partir de 1905, a sus 16 años, Okumura encontró su camino: la pintura, y sin tan siquiera haber empezado su práctica con ella, estudió con Kajita Hanko, quien también fue maestro de Kobayashi Kokei y Maeda Seison, y con quien estudió los colores y aprendió a trazar sus visiones de los campos y la flora que le enseñaba su padre, quien en sus tiempos libres le enseñó sobre el avistamiento de aves y la historia del monte Fuji.
Después de la muerte de Kajita en 1917, continuó su educación con Kobayashi, quien tenía una importante fijación con las expresiones humanas, una constante en sus lienzos.
En 1923, fue admitido en el Nihon Bijutsuin para realizar más estudios y más tarde también se hizo miembro de un grupo de estudio de Hayami Gyoshū. En estos años, Togyū recibió su primer reconocimiento regular gracias a sus exposiciones de la Exposición Central de Arte, en la capital japonesa.
Durante estos años, sus obras, a pesar de todas las afirmaciones de su realismo, fueron adquiriendo una cualidad etérea que habla de la realidad de manera segura pero intangible.
Sumergido en la alegría, los colores, extraordinaria viveza y una maravillosa mezcla de simetría, Okumura Togyū ganó un premio en la exposición de Bijutsuin en 1927 con sus cuadros Ein Duck y Campo de pepinos. Después de eso, continuó activo en exposiciones y fue aceptado como miembro asociado en 1929 y miembro de pleno derecho en 1932, lo que estableció un reconocimiento más amplio para él.
En la década de 1930, Okumura trabajó como profesor durante mucho tiempo, donde se basó en el estilo de pintura realista de Kajita y estudió extensamente a Paul Cézanne y a otros pintores europeos, haciendo fusión de su técnica tradicional con la europea que conquistaba el mundo.
De esta manera, perfeccionó principalmente sus lienzos con aves, animales y paisajes, y se esforzó por enriquecer su estilo pictórico con el juego de fondos y expresiones que aprendió de la mano de sus maestros.
En 1935, tras ayudar a fundar la actual Escuela de Arte Musashino, se convertirtió en miembro de la Academia de las Artes de Japón en 1947, y creó la Escuela de Arte Tama en 1953. En dicho momento Togyü al fin se alzó como uno de los pintores japoneses más importantes del Nihonga y del siglo XX.
En 1962 fue honrado como una persona con méritos culturales especiales y recibió la Orden de la Cultura por parte del emperador, como muchos de sus contemporáneos. En 1980 se convirtió en ciudadano honorario de la ciudad de Tokio, donde varios museos han recibido sus inmortales obras y recibió a la muerte el 25 de septiembre de 1990.
En 1997, el Japanese Post emitió un sello postal de 80 yenes con una imagen de Okamura titulada Daigo (醍醐), representado es un cerezo en flor en los terrenos del templo de Daigo-ji. Algunas de sus obras más representativas, A Castle, de1955, y Naruto, actualmente residen en el Museo de Arte de Yamatane.