Sanyu fue celebrado como uno de los artistas más prodigios de su generación y uno de los primeros en establecerse triunfalmente en la escena artística de un París repleto de talento.
Nacido en Sichuan, China, el 14 de octubre de 1901 en el seno de una familia propietaria de una de las fábricas de tejidos de seda más grandes de la región, Sanyu creció junto a su hermano que le llevaba 37 años, quien notó su poco interés en el trabajo de la fábrica pero su amor por la pintura y la caligrafía, por lo que se convirtió en su principal soporte para adentrarse de lleno en el arte.
El éxito del cual gozaba la familia gracias al notable éxito de su empresa permitió al joven aspirante a artista poder estudiar desde casa, lo que incluyó lecciones de caligrafía con el maesto Sichuan Zhao Xi y lecciones de pintura con su padre, reconocido en su barrio por su habilidad para pintar leones y caballos, además de una notable admininistración de su taller.
A la par de sus primeros pasos en el estudio del arte, en su país había estallado el derrocamiento de la dinastía Qing y la fundación de la República en 1911, por lo que China se enfrentó a una autocracia creciente desde dentro y al imperialismo invasor desde fuera. Paralizada por estas tensiones duales, el país se vió obligado a reevaluar los horizontes de su juventud.
Fue así que muchas familias, entre ellas las de Sanyu, que consideraron que viajar al extranjero para aprender los caminos de Occidente era la mejor forma de aportar a su conflictuada nación. Así fue que comenzó la aventura del joven artista en una ciudad que no solo era capital de Francia, sino de todas las artes.
La decisión de hacer de Francia su destino en 1921 fue sin duda vista con buenos ojos por el joven de apenas 20 años, ya que una ola migratoria de estudiantes de arte, como Xu Beihong y su socio Jiang Biwei, con quien Sanyu se hizo amigo íntimo, también habían emigrado a la capital francesa.
Xu y Jiang, quienes habían llegado un año antes que Sanyu, ya estaban encontrando su fogueo en la Ciudad de la Luz, pero tuvieron que reconsiderar su estancia dado el alto costo de la ciudad y sus propios escasos ingresos, así que decidieron mudarse a Berlín, donde vivir era más barato, y la pintura también estaba evolucionando.
Sanyu se quedó solo en París y siempre estuvo libre de preocupaciones financieras gracias al generoso apoyo de su hermano y sus padres. Durante este tiempo, adoptó las costumbres tradicionales de un dandi e hizo amistades con otros artistas y escritores chinos, pero en lugar de hacer arte, formó un club culinario, reuniéndose a diario para planificar y preparar las especialidades gastronómicas de sus lugares de origen y pasar un buen rato.
Chevaux. Fuente: Shanghai Daily
De esos años, solo dos de sus obras sobreviven, lo que demuestra la falta de actividad artística durante este período. En 1928, se casó con Marcelle, quien quedó impresionada de su talento con la pintura ya que esta le había solicitó clases que terminaron en un casamiento que poco tiempo después terminó.
Los años de prosperidad económica para el pintor se frenaron de golpe tras la muerte de su hermano, lo que llevó situación financiera en declive, aunque por el otro lado, su carrera estaba a punto de despegar.
Al poco tiempo recibió la llamada para ser el primer artista chino presentado en el Salon des Tuileries en 1930 y luego en el Salon des Indépendants en 1931. Ese mismo año, a la edad de 30, Sanyu apareció en el Annuaire - Tous les Arts, publicado por Marcel Schmidt. Un año después, fue el único artista chino incluido en el Dictionnaire biographique des artistes contemporains 1910-1930, publicado por Joseph Édouard, y entre 1931 y 1934 organizó cinco exposiciones individuales en París y los Países Bajos que recibieron críticas favorables de críticos de arte y periodistas.
Justo cuando las adversidades golpeaban al artista franco-chino, Sanyu se convirtió en el nombre chino más famoso de Francia y Europa durante la década de 1930.
Durante las siguientes décadas, se turnó entre estar entre París y Nueva York, cosechando amistades y trabajos que fomentaron su legado y su imagen de un artista refinado, siempre con una apariencia impecable y finos modales, siempre como todo un dandi.
Cuando Sanyu regresó a París en 1950, a pesar de que el mercado del arte de la posguerra se estaba recuperando, todavía tenía un escaso éxito en la venta de sus pinturas, por lo que se las arregló para sobrevivir pintando muebles y haciendo algunos trabajos de carpintería para amigos chinos en el negocio de los restaurantes.
En 1966, cayó en una relativa depresión que lo tuvo la mayoría de tiempo en su casa y sin mayor interacción; murió el 12 de agosto a causa de una fuga de gas en su apartamento de la capital francea.
Logró reconocimiento póstumo debido a los esfuerzos de los marchantes de arte taiwaneses que redescubrieron su trabajo dos años antes de su muerte, cuando el mismo Sanyu envió muchas pinturas importantes después de recibir una invitación para enseñar y realizar una exposición individual en la Universidad Normal de Taiwán.