Desde principios de la década de 1990, Pascale Marthine Tayou se ha ido abriendo camino entre el público internacional gracias a su obra que se caracteriza por su variabilidad ya que no se circunscribe a un medio ni a un conjunto de temas en particular.
Si bien sus temas pueden ser varios, todos utilizan al propio artista como persona como punto de partida. Desde el comienzo de su carrera, Pascale agregó una "e" a su primer y segundo nombre para darles un final femenino, distanciándose así irónicamente de la importancia de la autoría artística y las atribuciones masculinas/femeninas.
Esto es válido también para cualquier reducción a un origen geográfico o cultural específico, ya que sus obras no solo median en este sentido entre culturas, o ponen al hombre y la naturaleza en relaciones ambivalentes entre sí, sino que se producen sabiendo que son construcciones sociales, culturales o políticas.
Su obra es deliberadamente móvil, esquiva a esquemas preestablecidos, heterogénea. Está siempre muy ligada a la idea de viaje y de contacto con el otro, y es tan espontáneo que casi parece casual.
Los objetos, esculturas, instalaciones, dibujos y videos producidos por Tayou tienen una característica recurrente en común: se centran en un individuo que se mueve por el mundo y explora el tema de la aldea global.
Pascale se graduó en derecho en Douala a principios de la década de los 90, pero al poco tiempo comenzó a expresarse artísticamente como autodidacta.
Convertido ya en activista visual con un compromiso social, Tayou surgió en la escena nacional e internacional realizando dibujos, esculturas e instalaciones centrados en la temática del SIDA en cooperación con la Asociación Doual’art.
Su obra luego se fue nutriendo de la cultura visual popular y de las prácticas sociales, usando métodos improvisados para construir instalaciones con una mirada implacable sobre las condiciones sociales y políticas en el África postcolonial.
Sus primeras esculturas, construidas con una gran variedad de objetos encontrados, como condones, muñecas de plástico rotas, trozos de plantas, tablas, basura, graffitis, hasta las más recientes instalaciones expansivas (Colorful Maze, 1997, Crazy Nomad, 1999, Game Station, 2002) hechas de bolsas de plástico, banderas, casas, dispositivos electrónicos, carros, y otros objetos variados, hacen que el artista aborde temáticas que se refieren tanto al nacionalismo, al exilio, las migraciones y las relaciones globales de poder, como a la manera en que grupos en determinados lugares imaginan sus mundos a partir y a pesar de sus circunstancias materiales.
De esta manera, los objetos, esculturas, instalaciones, dibujos y videos producidos por Tayou tienen una característica recurrente en común: se centran en un individuo que se mueve por el mundo y explora el tema de la aldea global.
Su obra es deliberadamente portátil y está siempre muy ligada a la idea de viaje y de contacto con el otro, haciéndose tan espontáneo que casi parece casual.
Al final de todo, Pascale Marthine Tayou nos muestra su laberinto de diatribas, sus fetiches inventados que lo convierten en un artista, seguramente de África pero que comparte otra realidad más urbana, más enfocada a devenir, más común, susceptible de hacer otras formas de mirar.
Esto es lo que lo afirma como un artista presente sin ser Arte Contemporáneo, no despreciado, sino visto simplemente como una expresión actual entre otras.