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Fahrenheit Magazine

La ventaja y la maldición de ser Doris Day

19 de Julio de 2021 a las 11:04 hrs.
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Fuente: George Eastman Museum
Fuente: George Eastman Museum
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Ante los ojos del público, Doris Day era feliz. Y es que es difícil encontrar una imagen de ella en la que no se muestre abiertamente sonriente, sin embargo, su vida real, y en especial los últimos años de su vida, poca relación tuvieron con las alegres comedias románticas que la hicieron famosa.

Su marca de encanto sin esfuerzo, alegre personalidad de una chica totalmente estadounidense, y fuerte feminidad la convirtieron en la encarnación de la mujer ideal a finales de los 50 y principios de los 60 para la audiencia estadounidense, por lo que protagonizó películas y lanzó varios álbumes de estudio que todavía aparece en campañas publicitarias de hoy.

Pero la realidad es que, más allá de toda esta mágica personalidad, una carrera llena de arduo trabajo fue la que la hizo mucho más realista de lo que parecía.

Nacida en Cincinnati en 1922 como Doris Kappelhoff, la joven se formó como bailarina desde niña, pero dado su gran alcance vocal, comenzó su trayectoria como artista cantando en clubes nocturnos locales y luego en la radio.

Cuando quienes la rodeaban se dieron cuento de la cantidad de público que atraía, fue llamada a trabajar con orquestas de swing, y para el final de su adolescencia, eligió su camino a lado de su nombre artístico, estableciendo el futuro que la definiría en los años por venir y trabajando con líderes de bandas importantes como Les Brown.

En 1945, a los 23 años, ya como Doris Day, lanzó su primer gran éxito, Sentimental Journey, que se convirtió en un himno para el país en tiempos de guerra, un logro similar al de su colega Vera Lynn.

A mediados de los años 40, ya con una notable presencia y distinción vocal en cualquier formato que se presentara, Doris también apareció en varias películas. En 1948, el director Michael Curtiz la eligió para su película Romance on the High Seas, porque dijo que “sus pecas la hacían parecer una chica totalmente estadounidense”, y con esa aventura, comenzó su larga carrera cinematográfica, convirtiéndola en la novia de la taquilla de los años dorados de Hollywood.

Su voz fresca y vibrante, con energía y vivacidad, fuertemente influenciada por el estilo vocal de Ella Fitzgerald, le abrió todas las puertas que ella imaginó, haciéndola la atracción principal de la taquilla entre 1950 y 1968, obteniendo un premio de la Academia por Pillow Talk de 1959, un Globo de Oro, y dos nominaciones al Grammy.

Pero a pesar del gran triunfo que gozaba Doris en estos años, su vida estaba realmente alejada de la tierna sonrisa con la que siempre la identificaron sus seguidores. 

"Doris era muy confiada", explicó Mike DeVita, admirador de Doris durante sesenta años y con quien intercambio más de 500 cartas en las que se confesaron detalles muy personales de sus vidas. "Estuvo manipulada durante toda su vida, principalmente por sus maridos, ya que buscaba en ello el padre que nunca tuvo".

Su padre fue uno ausente a partir de los 10 años de la actriz, ya que descubrió que tenía una aventura sentimental con la madre de quien era entonces su mejor amiga de niñez.

A esta herida le siguieron los malos tratos de su primer marido, el líder de la banda Al Jordan, con quien tuvo un hijo pero lo describió como un "sádico psicópata" que la maltrataba físicamente.

Su segundo matrimonio, con el saxofonista George Weidler, también acabó en divorcio porque la fama de su esposa superó a la suya. El tercero, con el productor Marty Melcher, quien controlaba sus finanzas, la dejó con una deuda de más de $500 mil dólares en 1968, el mismo año en que se estrenó su última película, With Six You Get Eggroll. El cuarto matrimonio, en 1976 con Barry Condem, llegó a su fin porque él estaba celoso de los perros de la actriz. 

Estos años turbulentos finalmente causaron que se alejara del ojo público, mudándose de Los Ángeles a una finca de 10 acres en Carmel, California, para dedicarse a rescatar animales y defender el activismo por los derechos de los mismos. Se mantuvo fuera del ojo público por el resto de su vida, enfocándose en sus animales y bajo el apodo de “Clara” entre sus amigos, lo que la convirtió aún más en un elemento curioso para los tabloides.

Tras años de triunfo, enseñanzas y tragos amargos, Doris se mantuvo muy alejada de la versión idealizada de la feminidad y la vida matrimonial que representaba, incluso confesando a su biógrafo A.E. Hotchner en Doris Day: Her Own Story: "Mi imagen pública es inquebrantablemente, la de la virgen sana de Estados Unidos, la vecina, despreocupada y rebosante de felicidad, pero esta imagen, te puedo asegurar, es más ficticia que cualquier papel de película que haya interpretado".

Tras unos años de ausencia, que según sus alegados más cercanos, benefició a la actriz y cantante, Doris regresó brevemente a la televisión por cable en 1985 para promover su causa principal y el cuidado de las mascotas a través de un programa de variedades y entrevistas, Doris Day's Best Friends que se transmitió en el Christian Broadcast Network.

 

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Doris Day y su encuentro con la secta de Charles Manson

 

La historia nos llega principalmente de las transcripciones del juicio de Charles Manson y del miembro de Beach Boys, Mike Love, quien escribió sobre la extraña amistad de Manson con su compañero de banda, Dennis Wilson, y el hijo de Day, Terry Melcher que se desarrolló entre 1967 y 1969, el año del asesinato de Sharon Tate.

Terry era un productor de discos y un amigo cercano de Wilson, quien a su vez se había hecho amigo de Manson, que esperaba convencer a Melcher de que lo firmara con un contrato discográfico. Aunque Melcher pospuso la cuestión de si firmaría a Manson, se mantuvo amigable con su familia y, según los informes, incluso los visitó en el verano de 1969, cuando se mudaron al rancho donde comenzarían a planear sus ataques violencia.

Durante este tiempo, Melcher también salió con la prometedora estrella de Hollywood, Candace Bergen, quien alquilaba una casa en la casa de Benedict Canyon en 10050 Cielo Drive.

Wilson, y con frecuencia el mismo Manson, visitaban a Bergen y a Melcher en la casa, y según Mike Love, fue Doris, quien, alarmada por la amistad que se estaba desarrollando entre la volátil Manson y su hijo, convenció a Melcher y Bergen de mudarse de la casa de Cielo Drive en enero de 1969, una situación de la cual Manson se había enterado.

Entonces, en junio de 1969, cuando Terry Melcher le dijo a Charles Manson de una vez por todas que no lo firmaría con un contrato discográfico, Manson inmediatamente manifestó su ira hacia la industria, y específicamente, a la casa en Cielo Drive, por lo que ordenó a sus seguidores que atacaran dicha residencia el 8 de agosto de 1969.

Sin embargo, en lugar de hallar a Melcher y Bergen, encontraron a la esposa embarazada de Roman Polanski, la actriz Sharon Tate, y a un grupo de sus amigos.

Doris participó indirectamente en esta extraña serie de acontecimientos, pero sirve de testimonio de cuán dramática y cambiante estaba el mundo de Hollywood, y todo alrededor de Day durante su pico de estrellato y cuando los detalles de su propia vida socavaron el mito de su personalidad.

En un período caracterizado por turbulencias culturales y sociopolíticas, el estilo icónico de Day fue un elemento fijo, un edificio construido sobre una visión arcaica de la feminidad que dejaba poco espacio para la flexibilidad o la reinvención.

Hasta el final, Doris Day fue el arquetipo de la mujer moderna de mediados del siglo pasado, es decir, con la cabeza mirando hacia el futuro, pero con los pies firmemente plantados en el pasado conservador.

 

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