La vida de la escritora británica Virginia Woolf fue más que compleja, por decir lo menos.
El feminismo de Virginia no surgió desde un lugar para defender ninguna bandera, sino que emanó de problematizar y reflexionar su propia vida. Episodios como el de su infancia, en la que sufrió abuso sexual por parte de su medio hermano, Gerald Duckworth; su juventud de descubrimiento artístico junto a su hermana Vanessa Stephen (su verdadero apellido) y haber contraído matrimonio con un hombre al que no amaba, sino quería, la marcaron profundamente.
¿Pero cómo una mujer que rompió tantos tabúes, que rechazó a tantos pretendientes y que sus intereses se dirigieron hacia mujeres mayores que ella decidió casarse con el escritor Leonard Woolf, un tembloroso judío?
Cuentan que Leonard fue un hombre amable al que todo el tiempo le temblaban las manos debido a que no podía levantar una taza de té sin derramarlo.
Virginia Woolf en 1902. Foto: BBC
Sus caminos se cruzaron en una velada, lo que resultó suficiente para que Leonard quedara flechado por la misma. Por un tiempo estuvieron separados debido a diversos compromisos, pero un buen día Leonard regresó a Inglaterra decidido a casarse con ella.
Le pidió que se casaran en varias ocasiones, pero Virginia lo rechazaba diciendo que ella tenía una mente inestable, que podría terminar por ser una carga para él. Nada cambiaba el deseo de matrimonio de Leonard, ni cuando Virginia le confesó que no sentía ninguna atracción física por él.
Finalmente ella se dejó convencer conmovida por la pasión que él le demostraba y que sus temores por su precaria salud mental crecían. En aquel momento Virginia tenía 30 años y Leonard 31.
Por diversos testimonios y pláticas que mantuvieron con personas cercanas, se sabe que la vida sexual de los Woolf fue un verdadero fracaso. Durante muchos meses compartieron la cama y trataron de experimentar, pero médicos determinaron, por la frágil salud mental de Virginia, que no deberían tener hijos y que la actividad sexual podría desencadenar un ataque de locura.
A partir de dicho momento durmieron en habitaciones separadas y no tuvieron intimidad alguna aunque seguían teniendo demostraciones cariñosas, se besaban y se abrazaban.
"Aún entre marido y mujer hay una soledad, un abismo; y hay que respetarlo", escribió Virginia años más tarde, en su novela Mrs. Dalloway.
Virginia Woolf y Leonard Sidney Woolf. Foto: National Portrait Gallery
Pese a sus dificultades sexuales, el matrimonio era feliz. Muy a su estilo, muy a lo Woolf, pero lo era. Se desarrolló entre ellos una complicidad, una amistad y una confianza que, aunadas a sus afinidades intelectuales, hicieron que se fomentará una unión muy sólida.
Se contaban todo, desde sus grandes secretos hasta sus mayores temores. Los dos eran escritores. Leonard estaba orgulloso del talento de su esposa, y la apoyaba con un amor totalmente entregado, pero esto no evitó que Virginia sufriera de depresión ni dejara de escuchar voces extrañas.
Fue en 1915 cuando Virginia sufrió la peor de las crisis debido a que su desbordante imaginación tomó el control y empezó a hablar incoherentemente. Logró recuperarse y recobró la cordura por espacio de 25 años.
En 1917, decidieron comprar una imprenta que serviría de terapia y de entretenimiento para Virginia. La nombraron la Hogarth Press, como la casa en la que vivían en Surrey. Tras muchas dificultades y gran dedicación Hogarth Press empezó a dar beneficios y se dio a conocer por la calidad de sus autores, algunos desconocidos: Catherine Mansfield, E.M. Forster, T.S. Eliot y escritores como Rainer Maria Rilke, su amigo el economista John Maynard Keynes, así como Freud, Gertrude Stein, etcétera.
Tan solo dos años después, es decir, en 1919, los Woolf compraron Monk's House. Su vida llena de trabajo y de actividad intelectual se repartió entre su nuevo domicilio y su imprenta, que para 1922 era un verdadero negocio, siendo ella la escritora más célebre de la casa.
De acuerdo con la propia Virginia, formaban la pareja mas satisfecha de Inglaterra. Poco después Virginia se dio a conocer con la publicación de Mrs. Dalloway (1924), adquirió gran renombre con su obra premiada Al faro (1927), definitivamente se volvió famosa con su obra Orlando (1928), inspirada en su relación con Vita Sackville West, y se consagró con Las olas (1931).
Básicamente Virginia Woolf se convirtió en el apóstol del feminismo de la época y en el ejemplo de muchas mujeres. La pareja viajó y todo parecía normal, sin embargo, en 1941, ella apuntó en su diario que estaba "en un pozo de desesperación".
Leonard afirmó en su autobiografía que él no detectó ninguna anomalía, pero Virginia sabía que, de nuevo, se estaba volviendo loca y por eso decidió partir. Dejar de sufrir y de escuchar aquellas voces que le recordaban que no estaba bien.
Pese a toda, Virginia sabía que era una mujer muy amada y que muy a su modo también amaba a Leonard, la única persona que la conoció de verdad.
Este la siguió recordando y amando durante los 28 años que le sobrevivió, pues aseguran que todas las noches, antes de dormir, leía la carta de despedida que Virginia le había dejado para después evocar su imagen e historia.