Cuando Julio Cortazar escribía Rayuela, Aurora Bernárdez era la mujer que estaba a su lado, pero el gran secreto en la vida de Julio fue que se inspiró en Edith Aron para dar vida a La Maga, uno de mis personajes más entrañables de la literatura.
No obstante, al ser cuestionada sobre ello, y ante las especulaciones sobre si estaba basado en ella el personaje de la novela de Cortázar, dijo: "Yo no soy La Maga. Yo soy mi propia persona”.
Así conocemos a Edith, una mujer que se sostiene con su propia fuerza.
Aquella que se convertiría en se convertiría en escritora, traductora y docente con una vida dividida entre sus raíces judío-europeas y sus años en Argentina, nació el 4 de septiembre de 1927; su padre era comerciante y su madre enfermera.
En 1934, cuando tenía unos 7 años, el matrimonio de sus padres terminó, y ella debió migrar con su madre a Buenos Aires, donde asistió a una escuela alemana, y por 1950, regresó a Europa a visitar a su padre en un viaje que le cambiaria la vida, ya que, viajando de Argentina a Alemania, a bordo del barco Conte Biancamano, conoció a Julio Cortázar. Ella con 23 años y él con 36.
Del encuentro del escritor lúdico con la joven alemana emergió en la ficción la figura misteriosa y etérea de Rayuela, con la que tantas mujeres de su generación se identificaron plenamente, pero lo cierto es que a ella siempre le resultó insoportable que Cortázar usara algunas de sus maneras de ser para construir el personaje de La Maga.
"No me sentí para nada identificada con el personaje de la novela".
Al recibir la novela, ella menciona "me produjo un choque tal que arranqué de inmediato la página escrita a mano con una dedicatoria fría y distante".
En aquel entonces, estaba traduciendo los cuentos del autor argentino para una editorial alemana, lo que también culminó en un conflicto entre ellos.
A partir del suceso, editores alemanes le sugirieron que rompiera ese compromiso para un nuevo libro de cuentos. Fue entonces que ella quiso apartar a Cortazar de sus afectos, pero le resultó imposible apartarlo de su vida.
Si bien la relación se fracturó, ella no lo tachó entre sus amigos, pero su recuerdo de él fue la de de un hombre ingrato.
El desdén de Cortázar le hizo un daño visible. Aún en 2004, a Edith le resultaba difícil abrir Rayuela, aparecido en 1963, porque Cortázar le había puesto una dedicatoria (“decía que yo era una especie de fantasma que andaba por la Argentina”) que ella juzgó tan difícil de asumir que rompió esa página en concreto y mantuvo a Rayuela oculta como para dejarlo de ver.
Pero la relación de Aron con Cortázar, a pesar de esos cortes de ánimo que ella llevó a un libro, 55 Rayuelas (Belacqua, Barcelona, 2007), no se rompió nunca.
El azar volvería a reunirlos: "Luego, en París, me lo encontré tres veces en distintos lugares de la ciudad. Para él, entonces muy influenciado por los surrealistas, la casualidad contaba mucho. La tercera vez lo encontré en el Jardín de Luxemburgo y allí me invitó a tomar un café. Descubrimos que teníamos amigos comunes en la Argentina, en ese momento ya residentes en París".
En 1953, Cortázar se casó con Aurora Bernárdez, escritora y traductora argentina que había conocido un par de años antes que a Edith. “Ella llegó de Buenos Aires. Se admiraban mutuamente. Pasaron la Navidad juntos y se decidió por ella... Luego los fui a visitar varias veces. Es una mujer encantadora. Solo fue al perderlo cuando me di cuenta de lo que sentía en realidad por él”, confesó Edith.
En 1979, seis años antes de la muerte temprana del escritor, él fue a verla a Londres y estuvo en su casa. Ella señaló, al recordar esa despedida, el gesto del escritor al irse por una puerta pequeña. Mientras lo relataba, era posible imaginarlo, tan alto como ella, agachándose para dejar atrás a esta mujer que aún parecía ingenua y asombrada, pero poseída ahora por el recuerdo de un desdén insoportable.
En esa última ocasión a Cortázar lo había visto “desorientado, creo que buscaba a Aurora otra vez”, dijo.
Julio murió el 12 de febrero de 1984, París, Francia.
Por su lado, Edith lo hizo el 25 de mayo de 2020 en Londres, Reino Unido.
Hasta el final de su vida decía: "Yo no soy La Maga. He escrito dos libros, he trabajado muchos años de traductora y de profesora. Hablo español, francés, alemán e inglés... Me confundió al final con el personaje. Aún me duele al recordarlo. No lo entiendo."