Para la mayoría de los escritores, el punto climático de su carrera llega con el reconocimiento del público, además de la fama y el dinero que esto conlleva. Pero existieron varios escritores cuyo trabajo no fue reconocido hasta que murieron, por lo que su vida resultó bastante compleja.
Te dejamos una lista de cuatro de ellos para que conozcas un poco más de lo que vivieron.
Franz Kafka
Kafka iba de un trabajo a otro en Praga buscando siempre más tiempo para escribir; cuando se mudó a Berlín en 1921, el hambre y la tuberculosis lo atacaron y murió unos años después.
Poco antes de esto le escribió a Max Brod: "Todo lo que dejo... mis diarios, manuscritos, cartas, borradores y demás debe ser quemados sin que se lean". Brod, no sólo no cumplió lo que se le pedía, sino que impulsó la publicación del material, entre el que se encontraban obras fundamentales en cualquier curso de literatura, como La metamorfosis o El proceso.
Stieg Larsson
El periodista sueco que durante 30 años se dedicó a investigar conexiones entre los nazis y el poder financiero de su país luchó durante meses con una editorial para terminar de pulir su obra.
El autor saltó a la fama tras su muerte, con la publicación de la trilogía de novelas policiacas Millennium, formada por Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.
Falleció el 9 de noviembre de 2004 en la redacción donde trabajaba cuando tenía 50 años.
Edgar Allan Poe
Cuando este escritor estadounidense pretendía vender su obra para vivir se encontraba con un problema tras otro.
Ocasionalmente lo lograba, como cuando recibió nueve dólares por El cuervo, uno de sus cuentos más famosos, pero generalmente lo publicaban sin remuneración. Sufrió múltiples desgracias hasta que la muerte lo halló sin dinero y tirado en la calle el 7 de octubre de 1849. Sus últimas palabras fueron: "Que Dios ayude a mi pobre alma"
John Kennedy Toole
Doctorado en filología inglesa, trabajó como maestro mientras pedía ayuda a otros escritores famosos para ser publicado. Tras una fuerte depresión al no poder lograr que las editoriales compraran su trabajo, Kennedy se suicidó a los 32 años.
Años después, su madre encontró el texto La Conjura de los Necios y logró publicarlo. Considerada una obra de culto, recibió el Premio Pulitzer en 1981.