Qi Baishi nació en un entorno humilde en Xiangtan, provincia de Hunan, China, en 1864. A pesar de los duros retos a los que hizo frente desde pequeño, donde tuvo que convertirse en carpintero para apoyar al seno de su familia, se convenció al ver sus primeros lienzos de que la inmortlidad lo esperaba a través de ella.
De esta forma, autodidacta y determinado, Qi, quien había nacido en Qi Huang (齊 璜), fue encontrando su camino y su paz al sentarse frente a un cuadro en blanco.
Durante estos años, Qi logró dominar muchas técnicas diferentes, incluida la caligrafía y el tallado de sellos. Después de establecerse en Hunan como pintor y artista, no fue hasta que cumplió 40 años cuando comenzó a viajar y a buscar más inspiración.
Se enroló en la Escuela de Shanghai, que era muy popular en ese momento, y conoció a Wu Changshuo (吳昌碩), quien luego se convirtió en su mentor e inspiró muchas de sus obras.
Desarrollando composiciones simples, libremente esbozadas a través de tintas pesadas, colores brillantes y trazos vigorosos, Qi creó obras frescas y alegres que ultimadamente expresan su amor por la naturaleza y la vida, por lo que no tardó en conseguir la atención de consagrados artistas desde una edad muy temprana.
Dado el éxito que estaba consiguiendo a lo largo y ancho de su país, algunos maestros, como el artista de la dinastía Ming, Xu Wei, viendo los métodos empleados por Qi, lo animaron a adoptar el nombre Baishi, que significa "piedra blanca". De esta forma nació el seudónimo que lo acompañaría en su éxito.
Más adelante, estableciéndose ya como un influyente portador del pincel, incluso como maestro de principios de la dinastía Qing y el artista Zhu Da (朱 耷), los temas de sus pinturas fueron ampliándose hasta comenzar a incluir casi todo, comúnmente animales, paisajes, figuras y vegetales, etc.
Luego, muchas de sus obras fueron incluyendo ratones, camarones o pájaros, que más tarde consagraron a Qi Baishi como el peculiar pintor de camarones.
Otra influencia de Qi en la época madura de su carrera se produjo cuando se acercó a Chen Shizeng (陳師曾), con quien después se estableció en Beijing y trabajaría en la teorización de que "las pinturas deben ser algo entre semejanza y desigualdad".
Esta prodigiosa producción refleja una diversidad de intereses y experiencias, generalmente enfocándose en las cosas más pequeñas del mundo más que en el gran paisaje, algo que le fue dando esta peculiar distinción entre sus colegas.
En 1953, Qi Baishi fue elegido presidente de la Asociación de Artistas Chinos, donde estuvo activo hasta el final de su larga vida, desempeñándose brevemente como presidente honorario de la Academia de Pintura China de Beijing, que fue fundada en mayo de 1957.
Después de todos sus viajes y exposiciones, Qi construyó una casa y se estableció. Comenzó a leer y escribir poesía y a pintar algunas de las montañas que vio mientras viajaba. Las pinturas basadas en estas experiencias se convirtieron en una serie conformada por 50 imágenes de paisajes conocidas como "Chieh-shan t’u-chuan". Más tarde, se imprimieron en las pinturas poemas y posdatas de artistas que Qi conocía.
En sus últimos años, muchas de sus obras representan talla de sellos, y se llamó a sí mismo "el hombre rico de los trescientos sellos de piedra".
Murió en Beijing el 16 de septiembre de 1957, pero su tinta pesada, colores brillantes y trazos vigorosos que dieron a luz fresca y viva a sus obras que expresaban amor por la naturaleza y la vida quedan disponibles en algunos de las galerías más exclusivas del arte para recordarnos del poder de uno de los estandartes de la pintura china.
Algunos extractos de su diario demuestran la gran pasión y convicción que tenía por su trabajo. Del artículo "Una apreciación de las pinturas de Chi Pai-Shi", la entrada de su diario lee lo siguiente:
Cuando corto sellos, no cumplo con las viejas reglas, por lo que me acusan de heterodoxia. Pero lamento la estupidez de esta generación, porque no parecen darse cuenta de que los artistas Chin y Han eran humanos y nosotros también, y es posible que también tengamos nuestras cualidades únicas (...) Lo único que lamento es que no nací hace trescientos años, porque entonces podría haber pedido moler tinta o sostener el papel para esos caballeros, y si no me aceptaban, debería haberme muerto de hambre fuera de sus puertas en lugar de mudarme. Supongo que las generaciones futuras admirarán a nuestros artistas actuales tanto como nosotros admiramos a estos hombres de antaño. ¡Qué lástima que no estaré allí para verlo!