A pocos kilómetros del puerto de Nagasaki, en Japón, se encuentra la isla de Hashima, un pedazo de tierra en forma de acorazado a la que también se le conoce como Gunkanjima.
La zona, que en otra época fue una próspera comunidad minera, hoy en día se encuentra completamente deshabitada.
Debido a esto, las ruinas de los inmuebles en los que vivían y trabajaban los antiguos habitantes de Hashima, le dan a la isla un aire lúgubre y grisáceo que ha provocado que incluso los nipones la definan como un lugar fantasma.
Cabe señalar que fue en 1810 cuando se descubre por primera vez que en la isla había carbón. Debido a esto, en 1870 se puso en funcionamiento una mina de carbón. Es a partir de 1890, con la adquisición del negocio por parte de Mitshubishi, cuando la zona empezó a florecer como una comunidad prospera.
La mina estuvo abierta hasta el 15 de enero de 1974. El 20 de abril de dichos año, los últimos habitantes salían de Gunkanjima, dejando un paraje en el que solo el clima y otros elementos naturales han modificado la fisionomía de la isla.
Rodeada por enormes bloques de hormigón armado para defenderse del oleaje (los mismo que le otorgan esa forma de acorazado), Hashima llegó a albergar hasta cerca de 5,300 habitantes a finales de la década de 1950.
En dicha época la isla contaba con hospitales, escuelas, decenas de tiendas y hasta un salón de Pachinko (tragaperras) en el que los mineros se relajaban tras arduos turnos bajo tierra.
Toru Sakai y Makiko fueron algunos de los fotógrafos que tuvieron la oportunidad de entrar en las zonas prohibidas de la isla.
En sus imágenes se vislumbra un mundo en silencio, sin movimiento, en el que el tiempo parece haberse parado para siempre.
Esta isla casi inerte, herencia de la revolución industrial en Japón que tuvo lugar durante la era Meiji, ha servido de inspiración para películas recientes como Skyfall (2012) o la versión fílmica de Shingeki no Kyojin (Ataque a los Titanes, 2015).
La isla, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2015, recibe cada día a decenas de turistas que viajan en algunas de las embarcaciones de las cuatro empresas que cuentan con autorización para entrar en la zona.
La visita está limitada a una hora de duración y durante la misma solo se permite el acceso a tres áreas de observación alejadas de las antiguas viviendas de los mineros y sus familias.