Dentro de un mes, el Museo Guggenheim de Bilbao exhibirá durante tres meses y medio obras prestadas, colecciones privadas y piezas propias de la artista japonesa Yayoi Kusama, para hacer homenaje a su trabajo de los últimos 78 años de su carrera como creadora.
Del 27 de junio y hasta el 8 de octubre, se podrá ver la exposición Yayoi Kusama: 1945 hasta hoy, que será una retrospectiva dedicada a una de las más figuras más influyentes del arte contemporáneo e icono cultural del siglo XXI.
La obra de Kusama (Japón, 1929) denuncia las discriminaciones raciales y de género, critica el militarismo y llama la atención de los medios con sus happenings públicos.
El interés de Kusama por la naturaleza es místico y literal, como sucede con sus calabazas, que la artista identifica como una especie de espíritu vegetal benévolo y un reflejo de su propia alma.
La artista y escritora japonesa es una voz singular que la historia del arte ha recuperado y situado en un lugar relevante, el cual le corresponde, pues se ha convertido en un icono cultural global. Durante las últimas casi ocho décadas, Kusama ha perseguido con firmeza su visión vanguardista, perfeccionando una estética personal singular y una filosofía central de vida.
Su trabajo nos cautiva con sus espacios ilimitados y sus reflexiones sobre los ciclos naturales de regeneración. Yayoi Kusama narra la historia de la vida y obra de esta artista, poniendo en primer plano su anhelo de interconexión y las profundas preguntas sobre la existencia que impulsan sus exploraciones creativas.
Se trata de la mayor retrospectiva de la artista celebrada en la última década, con cerca de 200 obras, entre pintura, dibujo, escultura, instalaciones y material de archivo que documentan sus happenings y performances.
Esta muestra examina el trabajo de Kusama desde los primeros dibujos que realizó cuando era adolescente, durante la Segunda Guerra Mundial, hasta sus obras de arte inmersivas más recientes.
Organizada cronológica y temáticamente, la muestra recorre los principales temas de esta autora: Infinito, Acumulación, Conectividad radical, Naturaleza cósmica, Muerte y Energía de la Vida, una visión en profundidad del universo obsesivo de Yayoi Kusama, una creadora que lleva décadas intentando agitar nuestro universo con su obra para “curar a toda la humanidad”.
Kusama y la posguerra
Yayoi Kusama sufrió alucinaciones producto de sus trastorno obsesivo compulsivo y traumas asociados con los efectos al término de la Segunda Guerra Mundial. Ella tenía apenas 16 años cuando las bombas atómicas estallaron en Hiroshima y Nagasaki.
Esas alucinaciones la llevaron a ser recluida en un hospital para enfermos mentales, a fin de poder canalizar la neurosis en la que vivía. Pese a la experiencia, logró usar esa parte de su vida para desarrollar su arte.
En 1960, Kusama –ignorando su precaria situación financiera y su paupérrimo inglés– se mudó a Nueva York, arropada por Georgia O'Keefe, a quien le escribió una carta diciéndole que quería probar suerte en la Gran Manzana. Ahí, se involucró rápidamente en el mundo del arte pop y el activismo cultural y político.
Experimentó en la pintura, la escultura, el collage, el cine, la actuación y el diseño de moda. Formó parte de la comunidad artística que formaron Andy Warhol, Donald Judd, Claes Oldenburg y la propia O'Keefe.
Fue promotora del paradigma del amor libre y realizó varios eventos de desnudos; sus protestas contra la Guerra de Vietnam, cargadas de alto contenido sexual, le valieron notoriedad en América y denuestos en Japón. Paradójicamente, se mantuvo alejada de las prácticas sexuales, por la resistencia subconsciente que le generaba recordar la vida de infidelidad de su padre.
Kusama, creadora de esas esquizofrénicas piezas que simulan una red infinita a gran escala o los lunares de colores acompañados de espejos encontrados, se encumbró en Nueva York. Ahí, donde conoció a un hombre taciturno y solitario, que vivía con su madre y hacía también collage y pintura: Joseph Cornell. De inmediato, se engancharon, aunque en una relación virtual y plátonica.
Tras la muerte de Cornell, Kusama –profundamente afectada por ello– regresó a Japón en 1973. Inundada por sus alucinaciones y agobiada por el duelo y una profunda depresión, cuatro años más tarde se auto recluyó en el Hospital Seiwa, un instituto para personas con enfermedades mentales, donde ha pasado más de cuatro décadas. Se sabe que Kusama ha contado que tuvo una epifanía: sólo la reclusión en un instituto como ese le ayudaría a dar rienda suelta a la creación de su obra, y así salvar su vida.