Por: Mercedes Martínez / Aurora
El grafiti se mantiene vivo y en constante cambio; con el paso del tiempo los estilos se han diversificado y evolucionado. La pulsión es la misma, pero la intención cambia al igual que los hacemos todos conforme pasa el tiempo.
Se trata de una evolución natural y buscada. La repetición continúa de un trazo – una firma, bomba, tag o imagen – lleva a dominar ciertas técnicas, como el aburrimiento a la búsqueda de algo nuevo, de mejorar y de profundizar.
Podemos ver esto en las pintas de writters y artistas que llevan décadas en las calles; el crew APC, Siler, Tysa, News y Zombra son buenos ejemplos que podemos observar en la Ciudad de México. Si nos paramos a observar con detenimiento, se nota cómo cambian sus bombas y cómo afinan su estilo con el paso de los años. Van incorporando elementos que antes no estaban y soltando otros que ya dieron de sí.
Tanto en México como en el mundo, el grafiti empieza en su mayoría con bombas y tags, casi puras letras y siendo monocromático. Al ser un acto ilegal no sobra el tiempo; toca ser rápido con el aerosol y la paleta de colores suele ser mínima, ya que antes no se tenía acceso tan fácil a ciertos colores.
Con el tiempo, gracias a espacios abandonados como los unders y a que se pone de moda el grafiti; se empieza a profundizar en el trazo: vemos como los grafiteros empiezan a aplicar conceptos como la teoría del color en sus bombas. Empieza a importar obtener un balance del trazo con elementos como dirección, extensión y textura en la tipografía. También se experimenta con muchas tipografías diferentes y con la caligrafía. Y luego llega la tercera dimensión y superposición de elementos a explotarnos la cabeza.
La adicción de imágenes también va evolucionando, al grado que un tag o una bomba pueden ser una imagen, sin necesitar ya de letras. Tal es el caso, al menos en México, de muchas grafiteras que tienen flores, corazones o personales como firma.
La incursión de las mujeres en un medio que antes se consideraba un club de Toby, incorpora nuevos elementos y perspectivas al grafiti; las calles dan la bienvenida al lado femenino que carecían y muchos grafiteros también empiezan a experimentar con este lado suyo.
Más recientemente, ya entre la primera y la segunda década del siglo XXI, el grafiti se pone de moda, la publicidad lo adopta, poco a poco se va institucionalizando. Se vuelve algo publicitable, pasa del underground a la galería y adquiere la etiqueta oficial de “arte”. Muchos grafiteros transitan en estos nuevos espacios y los aprovechan, pero no dejan la calle; porque por más que las instituciones quieran encasillarlo y definirlo, el grafiti no cabe en un marco y la pulsión por pintar continúa.
Los mensajes y objetivos de hacer grafiti también cambian y se diversifican: van de la diversión y la protesta, a la creación puramente estética; la calle es un lienzo libre de categorías y etiquetas, en donde hay espacio para todas las propuestas.