Liu Xiaodong es mucho más que un pintor, es un cuenta-cuentos, un periodista que usa pintura, al final, un cronista que se salió de su tradición para explorar vidas como la suya, pero en diferentes ámbitos.
Nacido en Jincheng, una ciudad industrial en el norte de China en 1963, durante una época en la que vivir en pequeñas ciudades de China todavía era extremadamente difícil, creció sabiendo sacarle el máximo provecho a su talento nato de poder plasmar una imagen que le dejara marca en la memoria.
Siempre considerando el arte como una posible vía hacia un futuro mejor, sus padres lo enviaron a vivir con su tío, quien anteriormente se había formado como pintor, de quien aprendió no solo las técnicas antiguos, sino también los profundos sentimientos encontrados en sus país a lo largo de las dinastías, imperios y revoluciones, tanto culiminadas como en curso, que lo marcaron de manera importante en la manera de expresarse artísticamente.
Con su tío, Xiaodong aprendió a usar acuarelas para copiar a los maestros británicos y también a la escuela de pintura rusa.
En 1980, ya con algunas obras que cumplían con la promesa de su ingenio, fue admitido en la escuela secundaria afiliada al Instituto Central, y luego asistió a la Academia Central de Bellas Artes, donde sería el comienzo oficial de su carrera como pintor profesional.
Después de graduarse en 1988, su participación comenzó a hacerse más común en varias exposiciones de China, por lo que durante 1993 y 1994 pasó varios meses pintando y viajando por Italia, Alemania, Gran Bretaña, Dinamarca y Estados Unidos, donde en 1994 se casó con el pintor Yu Hong, con quien regresó a su país natal para empezar su sueño de inculcar la misma pasión que él aprendió.
Al poco tiempo de su regreso, se convirtió en profesor en el departamento de pintura al óleo de la Academia de Bellas Artes, donde se ha establecido como uno de los pintores chinos más destacados de su tiempo.
Fuente: Lisson Gallery
Fue ahí que halló el camino del lenguaje de su pintura, una que tenía que ver con las situaciones complicadas que vivió de niño, pero también de las peores vivencias que tenían las familias que conoció en sus travesías, y que a pesar de ello, no ocultaban su alegría de vivir, y sobre todo, de compartir, aún inclusive cuando el curioso artista chino estaba tan lejano a ellos.
Centró su práctica en la vida cotidiana de las personas, describiendo predominantemente las condiciones de vida de la gente común en una época de monumentales transformaciones sociales y económicas.
De esta manera, logra que sus retratos, construidos sin la apariencia inmediata de pintura gruesa, se inspiran directamente en la vida.
Fuertemente influenciado por Lucian Freud, los sujetos de Liu son gente común a menudo retratados con ropa poco glamorosa y vistos bajo fuertes luces fluorescentes, frente a cielos cubiertos de niebla y edificios semidemolidos, o en campos cubiertos de maleza.
El realismo social de Liu resulta en un poderoso contraataque al realismo socialista perpetrado por el presidente Mao Zedong, que alentó representaciones ideológicas idealizadas para su uso como propaganda.
De esta manera, el trabajo de Liu tiene un alcance mucho más amplio, lo que refleja la dignidad de vidas no celebradas sacudidas por una transformación política y económica masiva, algo que siempre lo vincula a su pequeña ciudad industrial en el noreste de China, cuestión que también no lo deja alejarse de los métodos tradicionales de los maestros antiguos de su país.
El viajero inquieto que fue Liu Xiaodong combina su enérgica curiosidad por la humanidad con una dedicación y confianza a la antigua por el poder del arte y la pintura, ofreciendo así un paisaje paralelo de una frontera a menudo desconocida para el público estadounidense y no representada en los medios de comunicación, retratando tando vidas de su país, como las de las familias en la frontera estadounidense, y las mexicanas luchando por una vida lejos de sus raíces.
Durante más de 30 años, Liu ha estado pintando y documentando escenarios sociológicos, convirtiéndose en una figura clave en el movimiento neorrealista chino de la década de 1990, además de uno de los más respetuosos no solo por las formas de arte europeas y de occidente, sino por sus formas de supervivencia y el amor a sus cercanos.