Las escultóricas instalaciones de la artista francocanadiense Jannick Deslauriers resultan sencillamente apabullantes, pues ayudan a experimentar cómo se vería el apocalipsis.
Esta creativa, que nació en 1983 en Canadá, estudió en la Universidad de Concordia y actualmente vive y trabaja en Montreal, donde enseña Artes Visuales en Cegep Marie-Victorin.
Las monumentales obras de arte de Deslauriers son transparentes, delicadas y con un fantasmagórico toque.
Finas líneas negras perfilan los bordes de las piezas, lo que les da un toque sumamente especial y contemporáneo.
Jannick Deslauriers utiliza tejidos translúcidos y claros como una evolución tridimensional del dibujo que permite que el objeto habite el espacio permaneciendo levemente suspendido en una dimensión onírica, poética y decadente al mismo tiempo.
Sus instalaciones de objetos cotidianos como postes eléctricos, la carcasa de un automóvil, un triciclo, una grúa o un edificio en ruinas lucen frágiles, a punto de desmoronarse, haciendo así énfasis en el carácter efímero de la realidad tangible.
Estas obras escenifican un tema omnipresente en la comunicación mediática contemporánea: la cultura del desastre, el terror y la decadencia, transmitida por la imagen.
Estas instalaciones diáfanas y fluctuantes tienen un fuerte poder evocador que hacen que uno no pueda dejar de admirarlas.
La mayor preocupación de Deslauriers radica en representar de la forma más bella (e impactante posible), la naturaleza efímera de cada cosa o ser, pero siempre haciéndolo con delicadeza, ligereza e incluso humor.
A esta artista lo que le interesa mostrar es la belleza que se puede hallar en la decadencia gracias a las huellas y capas que se pueden encontrar en todos los objetos.
Resulta fascinante cómo Jannick Deslauriers nos hace ver las cosas desde otra perspectiva gracias a su disruptivo planteamiento de que cuando a las estructuras de las instalaciones, que usualmente se hacen con materiales resistentes, se les da un toque de fragilidad al espectador no le queda de otra más que reflexionar sobre la inevitabilidad del tiempo y su propia vulnerabilidad.