En cuestión de minutos, incluso de segundos, un subastador de arte puede cometer el mayor error de su carrera y nunca darse cuenta que lanzó al mercado una obra falsificada.
Resulta que la compra accidental de obras de arte falsas es la forma más flagrante y sutil de robo de arte que actualmente existe. Sin embargo, la falsificación de arte se ha vuelto mucho más común en esta época debido a que se cuentan con muchísimos menos métodos de autenticación disponibles para atender la alta demanda de los compradores.
Para comprender lo que está pasando, los primero que debemos de hacer es definir el término falsificación.
La falsificación de arte intencional es el ocultamiento deliberado de algo ilegítimo como algo auténtico, generalmente hecho para vender la falsificación en el precio de lo que sería el artículo auténtico.
Obras de arte que fueron robadas. Fuente: Gaceta UNAM
Aunque la distinción entre falsificación intencional y falsificación general puede parecer innecesaria, es importante hacerla cuando términos como reproducciones legítimas y falsificaciones genuinas se usan juntos.
El ejemplo más frecuente de alguien que hace falsificaciones genuinas es John Myatt, un artista británico convertido en un reconocido falsificador.
Su carrera artística comenzó cuando publicó un anuncio en una revista llamada Private Eye anunciando falsificaciones genuinas u obras originales hechas al estilo de artistas famosos.
Aunque se mantuvo honesto sobre el origen de sus pinturas, lo anterior acabó cuando un cliente habitual suyo logró vender algunas de sus pinturas como obras genuinas del artista Albert Gleizes.
Elmyr de Hory es considerado el falsificador de arte más famoso y exitoso de todos los tiempos, pero originalmente no comenzó su carrera con ese trabajo.
John Myatt es un artista británico que se convirtió en un reconocido falsificador. Fuente: The Independent
Su comienzo fue como el de muchos: un artista original que luchaba en el mercado, pero de pronto descubrió su habilidad para replicar los estilos de arte moderno.
Al igual que Elmyr de Hory, Pei-Shen Qian, el protagonista del fraude artístico más grande de la historia de Estados Unidos, comenzó como un artista en apuros en Times Square.
Quan envejeció falsamente sus pinturas usando bolsitas de té, exponiéndolas a diversos elementos e incluso usando la suciedad de una aspiradora.
Aunque lo anterior suena demasiado sencillo, junto con la falsificación de la firma de un artista conocido, Qian pudo engañar a muchísimos compradores.
Elmyr de Hory es considerado como el príncipe de los falsificadores de arte. Fuente: El Economista
Pero no todo son robos de este tipo y en fechas más reciente, en septiembre de 2021 para ser exactos, un robo de arte fue frustrado en la Universidad de Kansas. Resulta que dos estudiantes fueron acusados de robar varias obras de una exhibición de arte nativo americano, pero las autoridades lograron recuperar las piezas afortunadamente.
Desafortunadamente, la pandemia ha hecho que el robo de arte sea mucho más frecuente e incluso muchos hurtos no son ni denunciados.
El gran problema es que el verdadero robo de piezas de arte no se da en museos, lo que ha disminuido considerablemente a nivel mundial, sino que los sitios arqueológicos y paleontológicos están experimentando aumentos masivos en su explotación.
Por la falta de fondos como resultado de la pandemia, estos lugares están menos protegidos y, por lo tanto, son más fáciles de explotar y robar.
Desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020, ha habido un aumento cercano al 200% en las excavaciones ilícitas solo en las Américas y un incremento cercano al 4000 % en Asia y el Pacífico Sur.
Estos sitios arqueológicos y paleontológicos siempre han estado menos protegidos que los objetos almacenados en los museos, pero ahora se encuentran aún más amenazados.