Distorsionado e inquietante, y ciertamente no para los aprensivos, por encima de todo, el trabajo de Choi Xooang revela su profunda preocupación por la condición humana en la sociedad y cómo siente que algo debe cambiar.
Aunque el espectador siente repulsión y fascinación por las desgarradoras esculturas hiperrealistas de cuerpos humanos, el dominio del arte y los detalles reinan en las muestras del artista surcoreano, uno que hace recordar el intrincado trabajo de Ron Mueck.
Además de hiperrealista, el trabajo de Xooang también es surrealista debido a que está cargado de preguntas existenciales. Al fusionarse inesperadamente, la carne se cose con cintas, las cabezas se sumergen juntas para hacer una, se reemplaza una cabeza con la de un sabueso o un avestruz y los puños se hunden en la parte posterior de la cabeza.
En última instancia, las personas son silenciadas y mantenidas cautivas por su condición. Sus extravagantes esculturas figurativas están mutiladas o abreviadas. Crudas y frías, las obras retratan una triste realidad de las múltiples facetas de las relaciones humanas y la psicología contemporánea.
Fuente: thephotophore
Sus esculturas que revelan enfermedades mentales de la gente contemporánea: perdidas, paranóicas y privadas del libre albedrío. En ellas, la violencia escondida debajo de la racionalidad de la sociedad también exploran cuestiones ontológicas sobre la existencia y la identidad humanas. Sin embargo, a pesar del horror que muestra su obra, el artista no es pesimista. "Hay una solución", como nos dice su manifiesto que acompaña todas sus exposiciones.
Con sus materiales plásticos pintados, Choi Xooang, nacido en 1975, nos ofrece el llamativo espectáculo de seres humanos desnudos y calvos, siluetas tratadas de forma hiperrealista. A través de ellas, logra expresar y reconstruir con increíble fuerza las emociones humanas más intensas, como el miedo, la tristeza, el deseo, la complejidad de las relaciones entre individuos, tensiones eróticas y sentimientos confusos.
Curiosamente, los personajes están representados sexualmente, pero sin pelo, lo que crea una sensación de malestar, como una sombra de muerte sobre una sociedad enferma por sus propios excesos. De este modo, los espectadores se ven arrastrados a una obra silenciosa en la que indirectamente toman partido, como en el teatro y el cine, y se llenan de compasión y empatía por los tormentos de sus semejantes, retando nuestra vestimenta moral y protectora.
Lejos de apuntar al sensacionalismo, Xooang expresa una visión humanista del mundo aspirando a dar una dimensión universal y expresionista a sus figuras esculpidas, dejadas sin rumbo y rindiéndose ante la violencia de sus pasiones.
En 2014, Choi Xooang fue reconocido como el escultor joven más prometedor con el premio Kim Sejoong. Al día de hoy, el artista continúa trabajando y esculpiendo entre sus sedes de Corea y Estados Unidos.