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La fotografía de Ikko Narahara, entre la ficción y la realidad

Miércoles 03 de Noviembre 09.36 GMT
Fuente: MoMA
Fuente: MoMA
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La línea entre lo ficticio y lo real parece ser el lugar donde el fotógrafo japonés Ikko Narahara encuentra su verdadero hogar, como comprueban sus imágenes surrealistas de los Estados Unidos y de aquel que lo vió nacer.

Nacido en 1931 en la prefectura de Fukuoka, Narahara se licenció en derecho en la Universidad de Chuo en 1954 y luego estudió Historia del Arte en la Universidad de Waseda. Después de graduarse de la facultad de derecho de la Universidad de Chuo en 1954, se matriculó en la Escuela de Graduados de Arte de la Universidad de Waseda, especializada en Historia del Arte y comenzó a levantar una cámara fotográfica para fotografiar las calles de la facultad hacia su casa.

En 1955, convencido de su nueva pasión, se unió al grupo de artistas de vanguardia Jitsuzaisha (Real Existence), que fue cofundado por los artistas Masuo Ikeda y Ay-O y que contaba con Tatsuo Ikeda y On Kawara entre sus miembros, quienes encontraron encanto en sus imágenes y lo ayudaron a promocionar.

Un año después, habiendo retratado practicamente todos los lugares a los que había visitado y maniobrando entre contactos para saber cómo mostrar presencialmente su talento, hizo su debut con la exposición Human Land en la galería Matsuya de Tokio, en la que combinó imágenes de una aldea en la prefectura de Kagoshima diezmada por el volcán Sakurajima con imágenes sombrías de la vida en una cercana ciudad minera de carbón.

 

De la serie Nightscapes. Fuente: Takaishii Gallery
 

Su siguiente exposición, apenas un año después, le valió el premio al fotógrafo más prometedor de la Asociación de Críticos de Fotografía de Japón. Con una amplia lista de invitaciones a formar parte de algunas de las agencias fotográficas más llamativas de Europa y su país, en 1959, Narahara cofundó la cooperativa de fotografía documental independiente VIVO ante la inquietud de seguir su encanto pictórico, que dirigió con Akira Sato, Akira Tano, Eikoh Hosoe, Kikuji Kawada y Shomei Tomatsu hasta 1961, realizando diversas exitosas muestras locales.

La notoriedad internacional de la que gozó su trabajo lo llevó a residir en París de 1962 a 1965, donde produjo prolíficamente, Durante casi una década, atravesó Europa fotografiando todo lo que vio en el camino, puliendo su identidd casi de blanco y negro, cargada de identidad nacional pero con tonos oscuros que inspiran seriedad y tenebrosidad. Luego, pasó los primeros años de la década de 1970 en Nueva York, documentando los sentimientos rurales y personal de Estados Unidos.

Esta experiencia nómada, sin saberlo, sería la más impactante para él como fotógrafo, ya que durante toda esa proyección internacional y culturalmente rica de algo completamente ajeno, hizo frente a la japonesidad de la posguerra, una búsqueda tan conmovedora y desconcertante que le sentó las bases para organizar algunas de las muestras más influyentes de su carrera.

Pasando sus viajes por todo el mundo, y regresando a retratar a su país, sus imágenes del monte Fuji, espadas y geishas terminaron por reflejar una nacionalidad deformada, es decir, presentada con un marco dividido o en la técnica ojo de pez, como si regresar del extranjero significara ver Japón desde un espejo girado en diferentes ángulos.

 

 Fuente: Takaishii Gallery
 

A partir de la década de 1990, y a pesar de estar continuamente afectado por la enfermedad, continuó produciendo obras inquisitivas al hacer de esta experiencia una experiencia recurrente en sus fotografías. Instalado de regreso en su país natal, a partir de 1999 se desempeñó como profesor en la Universidad Kyushu Sangyo hasta 2005.

Mirando hacia algunos de los fotógrafos más emblemáticos de la última década en Japón, el revelado de la cámara de Ikko Narahara es una innegable fuente de inspiración por haber tenido con los años la capacidad de permanecer como un espacio libre de clichés, desbordante en cuanto al sentimiento de desequilibrio para explorar la fabricación cultural contra la realidad, y capaz de revelar que detrás de los ataques aéreos y los simulacros de guerra existen encantos extraños y maravillas tan inquietantes que radían estética.

 

 Fuente: Takaishii Gallery
 

Con motivo de su sensible fallecimiento el 19 de enero de 2020, se han realizado retrospectivas individuales de su trabajo en lugares internacionales como la Maison Européenne de la Photographie en París, el Museo Metropolitano de Fotografía de Tokio, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Boston y el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, entre otros.

 

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Alina Canziani ha participado en la II Bienal de la Habana (1986), I Bienal Iberoamericana de Lima (1997), I y II Bienal Nacional de Lima (1998, 2001), así como en numerosas exposiciones individuale.

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