Pocas historias de amor han tocado los corazones como la historia del doctor Zhivago y Lara, en el libro épico, parte autobiográfico, parte novela, de Boris Pasternak, Doctor Zhivago, en la Rusia de la Revolución de 1917.
La novela narra la dramática vivencia del joven Yuri Zhivago. Médico y poeta cuya sinceridad, convicciones religiosas e independencia de espíritu chocaron de frente con la teoría y la práctica del régimen soviético y su tormentosa lucha entre el amor de su esposa y la pasión que sentía por la bella Lara.
La mujer que inspiró la figura de Lara se llamaba Olga Ivinskaya. Cuando conoció a Pasternak, tenía poco más de 30 años, él poco menos de 60. Boris Pasternak ya era una de las figuras más significativas de la literatura rusa, consagrado como un magnífico poeta. Nació el 10 de febrero de 1890 en Moscú, en el seno de una familia culta de origen judío, muy cercana al círculo de Leon Tolstoi que comprendía a personajes como Rachmaninoff y Rainer Maria Rilke.
Su primer libro de poesías fue El gemelo entre las nubes, escrito en 1914, al que siguieron otros que le dieron fama y prestigio. Sin embargo, los críticos literarios de tendencia comunista y la Asociación Rusa de Escritores Proletarios, seguidores de Stalin, le reprocharon el que su poesía no seguía la línea establecida por el realismo socialista, que exigía que las obras se escribieran en el contexto revolucionario, que no fueran muy abstractas, que sirvieran como guías para la acción y que mostraran una conciencia de partido.
Olga Ivinskaya y Boris Pasternak. Foto: CUNY Academic Commons
Pasternak no aceptaba escribir bajo esas circunstancias y consideraba que la literatura soviética no debía reducirse a una banal propaganda. Su desacuerdo con el comunismo soviético no era de carácter político sino estético, por lo que, durante la guerra, sólo publicó dos colecciones de poemas, En trenes de la mañana (1943) y La vastedad terrestre (1945).
Perseguido, censurado, acosado y decepcionado, se refugió en la soledad espiritual lejos de la furia y del ruido de sus críticos, en Peredelkino, una colonia de escritores cerca de Moscú. Para ganarse la vida tuvo que dedicarse a hacer traducciones de las obras de Shakespeare, Goethe y Verlaine, que resultaron bastante notables. Ganaba muy poco pero no necesitaba de nada.
En estas condiciones de soledad y tristeza, Pasternak conoció a la mujer que inmortalizaría como Lara en el Doctor Zhivago.
Desde que era estudiante, Olga Ivinskaya adoraba al poeta Pasternak. La primera vez que lo vio fue en la redacción del diario Novy Mir a finales de 1946. Le pareció que se trataba de un encuentro predestinado.
El amor llegó de improviso, pero no fue sino hasta durante una larga conversación telefónica que Pasternak se decidió a declararle su amor, aun cuando estaba casado con Zenaida, con quien no era feliz. Su vida en común ya no tenía razón de ser. Era una mujer envejecida precozmente, con un carácter duro e insensible a las contradicciones, ímpetu e inseguridades de su marido. Olga, en cambio, era joven, rubia, tierna, sin prejuicios y sincera, como había descubierto Pasternak a través de sus largos paseos bajo la nieve, sus caminatas por las callejuelas, y en todas las partes en donde pudiera verla y hablarle de su amor.
Olga sentía que su vida estaba quebrada por un pasado que le pesaba, de tantas exaltaciones, infamias y dolores. Ya había llorado todas las lágrimas. Su primer marido se había suicidado a causa de ella. Lo había traicionado con su adversario. Su segundo marido había muerto entre sus brazos, tal vez, delató a su madre, culpable de una broma sobre Stalin que le valió ser enviada al gulag. Le juró que de sus antiguos idilios ya no quedaba nada. Pasternak escuchaba todas estas confesiones sin juzgarla, ni condenarla.
Boris Pasternak con su musa, Olga Ivinskaya. Foto: The Washington Post
No cabe duda que Yuri Zhivago se encuentra en el novelista. Los remordimientos lo afligían. Todas las normas que le habían servido de base en la vida y que él consideraba inatacables, resultaban ahora falsas y engañadoras. Quería dar término a su aventura con Lara, "a la que quería más allá del pensamiento, la memoria y la medida", porque él todavía tenía el sentido del honor. Asimismo, Pasternak se sentía culpable, comprometido con su esposa por un sentido de gratitud y de deber, a pesar de haberle confesado a Olga que sus 10 años de matrimonio habían sido un verdadero infierno. Tal vez le mintió. Zenaida era una buena ama de casa y se ocupaba bien de él.
No obstante, la dolorosa ruptura interior que le causaba su situación, el remordimiento, las comparaciones y el dolor de haber construido su felicidad a costa de otros y ahora, de Zenaida, era incapaz de tomar una decisión inmediata. Todos los días llegaba a casa de Olga al alba, después de haber pasado la noche paseando acompañado por sus pesares, angustias y tormentos.
Cuando Pasternak empezó a escribir la novela que lo hizo famoso, Olga le dedicó su tiempo completo para que pudiera escribirla lejos del acoso y persecución por parte de la Unión de Escritores, fieles al sistema y de los celos y las reclamaciones de Zenaida, su esposa. Se decía que eran como dos hilos eléctricos. Yuri/Boris le dice a Lara/Olga que la primera vez que la vio: "Si te hubiese tocado, en ese momento, sólo con la punta de mi dedo, un chispazo hubiera iluminado el cuarto o me hubiera matado ahí mismo o llenado de una corriente magnética plena de dolor y de anhelo".
Cuando estaban en el colmo de la felicidad, en 1946, Olga fue arrestada por órdenes de Stalin. El juez de instrucción la interrogó sobre la obra que estaba escribiendo su amante y quiso que confesara que tanto él como ella eran agentes para el Occidente. A pesar de que le dieron un tratamiento especial, fue enviada a un campo de concentración, en donde permaneció cinco años y perdió al hijo que esperaba.
Para Boris fue un periodo terrible. La suerte de su amada lo conmovía tanto que sufrió un infarto y después perdió todos los dientes. Le hicieron una prótesis que le cambió su fisonomía. Vivía en una profunda tristeza y soledad. Después, cuando la liberaron, Boris y ella por fin se instalaron juntos en una pequeña casa en las afueras de Moscú. Pasternak se dedicó, tiempo completo, a la escritura de su obra con el apoyo, ayuda e inspiración de Olga. Un día, en 1954, Boris telefoneó a Olga desde Peredelkino: "Lo oí todo convulsivo, casi no podía hablar por el llanto. ¿Qué sucede?, le pregunté. ¡Está muerto, está muerto, te digo! Me repitió varias veces". Se refería a la muerte del doctor Zhivago, había terminado el capítulo.
Julie Christie y Omar Sharif en “Doctor Zhivago,” 1965. Foto: The New York Times
En 1956, Boris Pasternak presentó su obra terminada, Doctor Zhivago, que fue rechazada, determinantemente, por la prensa de Moscú. Pero el libro logró salir de la Unión Soviética y, para 1958, ya se había traducido a 18 idiomas. El clamor y la admiración del mundo occidental hacia el Doctor Zhivago le valió a Boris Pasternak el Premio Nobel de Literatura. Este honor internacional le ocasionó aún más problemas. Al aceptarlo, fue denunciado por traidor y calumnioso. Se le acusaba de haber presentado una imagen falsa, errónea y distorsionada de la Revolución de 1917, de los Bolcheviques y del resultante régimen comunista así como del pueblo revolucionario y de la estructura social de la Unión Soviética.
Un representante de la cultura oficial lo invitó a rechazar espontáneamente aquel gran honor. En lugar de felicitaciones no recibió más que amenazas. Durante algún tiempo, Boris no aceptó renunciar al Nobel, pero, por consejo de Olga, por temor de que algo le sucediera a ella y a las represalias, finalmente, renunció.
A los seis meses de la muerte del poeta, acaecida el 30 de mayo de 1960, los peores temores de Pasternak se hicieron realidad. Olga Ivinskaya fue arrestada y sentenciada a ocho años en un campo de trabajo en Siberia.
Un día, Lara salió y nunca regresó. Tal vez la arrestaron en la calle, como solía pasar en esa época y murió o desapareció en alguna parte, olvidada, sin nombre, sólo un número en una lista perdida en uno de los innumerables campos de concentración de mujeres. Pero, Olga Ivinskaya regresó de Siberia. La calumniaron diciendo que había traicionado y denunciado a Pasternak a la KGB. Declararon que, desesperada, en el campo de concentración, había utilizado todos sus recursos para recuperar su libertad. Olga nunca lo traicionó.