Bertolt Brecht, es decir: el mejor dramaturgo del siglo XX, era todo un caso. Era delgado, siempre usaba una gorra, era sumamente callado, odiaba el capitalismo, pero sólo escribía por dinero y amaba la cultura de Estados Unidos.
Sus padre era el director de una fábrica de papel, gracias a lo cual pudo dedicar su juventud a estudiar, participar en los coros de la ciudad de Augsburgo y en la Sociedad de Ajedrez.
Desde muy joven le molestó la injusticia y la manipulación. Apenas cumplió 20 años, Brecht hizo un poema satírico en que criticaba la propaganda política que decía que era un honor morir por la patria pues aseguraba que solo los más tontos creían esto.
Desde entonces era un gran aficionado al teatro, pero al mismo tiempo un dramaturgo con una visión muy original y muy desconcertante. Se cuenta que al terminar la representación de su primera obra, Tambores en la noche, el público quedó profundamente impresionado.
Bertolt Brecht. Foto: Wikipedia
Al finalizar la obra, los actores se pusieron en pie y uno de ellos dijo al público que lo que acababan de ver era teatro, los que sí eran reales eran los mataderos que estaban allá afuera.
Por su gran impacto y originalidad, Tambores en la noche cambió por completo el ambiente teatral de Alemania.
Entre las muchas cosas que se dicen de este maravilloso escritor de teatro se cuenta que trataba a las mujeres como objeto, y que algunas de ellas trabajaban para él escribiéndole partes de sus obras. Por otra parte, hay que recordar que Brecht fue un gran activista a favor de los derechos de las mujeres.
Es cierto que fue muy enamorado, pero su vida giró en torno a tres mujeres: Paula, Marianne y Helene. Las tres fueron muy significativas en su vida, y a la vez han sido opacadas por la fama de Brecht.
Paula Banholzer vivió muchos años más que su enamorado. Los dos nacieron en la ciudad de Augsburgo, y tuvieron un romance que duró siete años. Tenía una mirada muy penetrante y una boca pequeña que parecía como una herida en medio de la cara. No obstante, a esta joven que fue muy amorosa, Bertolt la llamó de cariño: Bi. Con ella tuvo a su hijo ilegítimo, Frank, que murió en el frente ruso peleando a favor de los nazis, en 1943.
Cuando Paula se encontraba embarazada de su hijo Frank, Brecht ya tenía un romance con otra mujer: Marianne Zoff, una cantante de ópera. A ella la llamó: Mar. Y, efectivamente, para ese joven de 24 años, ella era como el mar, al mismo tiempo fuerte, con grandes pasiones y con oleajes enormes.
La amaba como una mujer apasionada y sensible, pero no le tenía mucha consideración pues no la consideraba inteligente. Cuando se embarazó en 1922 de su hija Hanne (que llegaría a ser una actriz famosa), todo comenzó a desmoronarse.
Mientras tenía unos pleitos terribles con Marianne, Brecht ya tenía dos romances al mismo tiempo: Elisabeth Hauptmann y Helene Wiegel. Elisabeth era culta e inteligente, una actriz muy bella que lo amó como nadie. En cambio, Helene era el amor de la vida de Brecht.
Mientras que Elisabeth le ayudaba a escribir sus obras, Helene era la protagonista de sus puestas en escena. Helene fundó con él el Berliner Ensemble, y Elisabeth se dedicó por años a reunir sus obras completas. Brecht dependía emocionalmente de Elisabeth, pero fue Helene la que le dio dos hijos: Stefan y Barbara. El corazón del dramaturgo perteneció a Helene, por lo que se casó con ella de manera impulsiva, pero su razón era de Elisabeth.
¿Era un infiel?, ¿cómo se concebía a sí mismo el autor de La ópera de los tres centavos? Helene, que tenía un gran sentido del humor, decía que el gran problema de Bertolt es que era fiel a demasiadas mujeres.