La escritora y filósofa francesa Simone de Beauvoir es conocida por haber desmitificado la condición de la mujer al haber demostrado que no existe un destino biológico femenino, pero ella es mucho más que lo que conocemos de su trabajo.
Nació en el París de la Belle Époque, el 9 de enero de 1908, en el seno de una familia que no tenía dinero, sino clase y cultura.
"Toda mi educación me aseguraba que la virtud y la cultura importan más que la fortuna: mis gustos me llevaban a creerlo; aceptaba pues con serenidad la modestia de nuestra condición", escribió en su autobiografía, Memorias de una chica formal.
Su padre, como buen individualista y extraordinario lector, era muy consciente de su estatus social a causa de su nombre con la partícula 'De'.
Fotografía tomada a Simone de Beauvoir y Nelson Algren. Fuente: Blog Escritoras Unidas
Sus buenas relaciones de familia y amistades en la alta sociedad, convencieron a su padre de que pertenecía a la aristocracia así que adoptó, sin mayor problema, los valores de dicho segmento social. Para él, la mujer se definía en relación al hombre.
La madre de Simone pertenecía a una rica familia de banqueros. Católica y muy tradicionalista, esta sufrió en silencio el haber sido transportada, por su matrimonio, a un círculo muy diferente de su entorno provinciano.
Debido a lo anterior, desde muy joven empezó a dialogar consigo misma, de forma escrita, en su diario, ya que le interesaban más sus propios estados de ánimo, que el mundo exterior.
A Simone de Beauvoir lo que más le interesaba era aprender, conocer, teorizar, investigar y transmitir todo lo que aprendía y observaba. Por lo tanto, pronto decidió apartarse de la religión en la que había sido educada.
Prefirió creer en un mundo sin Dios y no en uno que permitiera el mal y fuera indiferente ante la superioridad de los hombres, decretada por ellos mismos, que irreductiblemente, marcaban a la mujer con el sello de la diferencia y en nombre de esta diferencia justificaban su inferioridad.
Simone de Beauvoir fotografiada junto con Jean Paul Sartre. Fuente: BBC
Simone siempre prefirió dedicar su tiempo a estudiar y leer que a pasar tiempo preocupada por los hombres. Luego su vida dio un tremendo giro debido a que cuando se encontraba estudiando en la Universidad de la Sorbona conoció a Jean Paul Sartre.
En aquellos años Sartre lideraba una banda de intelectuales junto con Merleau-Ponty y Claude Levy Strauss. Simone, decidida como era, se hizo aceptar por ellos, sobre todo por su inteligencia excepcional.
Entonces comenzó la larga, y en ocasiones insólita, relación entre Sartre y Beauvoir. Entre estos dos escritores había una relación tan extraña como singular. Nunca se casaron, pero su conexión iba mucho más allá de lo tradicional, por lo que ambos podían salir con otras personas pero se mantenían leales a su tan especial vínculo.
Gracias a esto fue que la autora de El segundo sexo viajó a México en 1948 con el escritor Nelson Algren, con quien mantuvo una aventura secreta hasta 1961.
Todo inició en 1946 cuando Simone fue invitada a dar clases en Estados Unidos. Unos amigos le recomendaron que no dejara de conocer al escritor Nelson Algren, pues le resultaría una gran compañía.
Los escritores Nelson Algren y Simone de Beauvoir. Fuente: EL MUNDO
Entre 1947 y 1961, Simone de Beauvoir y Nelson Algren vivieron un intenso y muy profundo romance. Y aunque entre los dos hubo una gran conexión y, sobre todo, un intenso deseo sexual, Simone siempre le dejó en claro a Nelson que jamás dejaría a Sartre.
Fue entonces que decidieron visitar algunos países de Centroamérica y, también aprovecharon, para conocer México. Primero llegaron a Mérida, lugar que les fascinó y después recorrieron la Ciudad de México.
En dicho viaje, Simone aprendió hasta qué punto puede ser apasionado el amor, lo que le cambió la forma de ver las cosas.
Cuando regresó a Francia, la famosa escritora estaba convertida en una mujer diferente, pues hasta entonces había sido más bien una mujer chapada a la antigua, por lo que su viaje por México fue mucho más revelador e importante que lo que cualquiera puede llegar a imaginar.