Si Marguerite Yourcenar logró ser inmortal no fue solo por haber sido la primera mujer elegida como miembro de la Academia Francesa, sino porque era de aquellos que han marcado la verdadera literatura. De lo que se habla menos es que Grace Frick fue una figura principal en el desarrollo de Yourcenar como escritora y nada más que su compañera de vida por 40 años.
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Marguerite decidió irse a vivir a Estados Unidos con Grace, una universitaria estadounidense de familia aristocrática y rica que se había especializado en literatura inglesa que se había trasladado a Francia para dar clases, hacer traducciones y arreglar los trámites de una herencia que acababa de recibir.
Según la versión de Marguerite, en una ocasión en que se encontraba en el restaurante del Hotel Wagram en París, conversando sobre sus planes de futuros viajes, de pronto, la chica que estaba en la mesa de al lado, interrumpiendo la conversación y dirigiéndose únicamente a Marguerite, le dijo: "¿No te gustaría hacer un viaje por Estados Unidos?".
Obviamente, la norteamericana, que era Grace, había estado escuchando la conversación de sus vecinos de mesa y su sorpresiva interrupción intrigó mucho a Yourcenar. A la mañana siguiente, cuando recibió de parte de la estadounidense una velada invitación con una notita en la que decía que había unos pajaritos muy bonitos en su cuarto, subió de inmediato. A partir de ese momento se hicieron amigas inseparables.
Grace Frick y Margueritte Yourcenar, 1955. Foto: FUSAC
Según la versión de Grace, al oír tantos disparates a propósito de Coleridge, el poeta inglés, pronunciados por la pareja que se encontraba junto a su mesa, no resistió la tentación de decirles que estaban equivocados y de allí que se hubiera atrevido a interrumpirlos.
Sea cual fuere la autenticidad del primer encuentro, el caso es que la impresión que le causó Marguerite a Grace fue impactante. Se quedó maravillada con su inteligencia, cultura y vida libre y agitada, se quedó pasmada por su perfecto conocimiento del inglés a pesar de su acento francés y triplemente pasmada por su presencia aristócrata, altiva y distante, que le daba un aire de reina amable.
Los biógrafos están de acuerdo en que Grace estaba loca por Marguerite, siempre hasta el final de sus días estuvo loca por ella. Marguerite todavía estaba herida por un desengaño amoroso, pero la devoción de Grace sin llegar a consolarla, la distraía, y la americana le simpatizaba.
Al poco tiempo de ese primer encuentro, Yourcenar propuso un viaje a Grecia, Italia, Sicilia y la isla de Capri. Grace logró durante este viaje que su amiga se olvidara de la triste historia de amor tortuoso que sufrió con el esquivo e irreversible gay André Fraigneau, al que ella había perseguido.
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Marguerite decidió irse a vivir a Estados Unidos con Grace. Primero en los alrededores de Nueva York, para después en la Isla de los Montes Desiertos en Maine, un universo en miniatura que les gustó tanto que decidieron establecerse ahí. Marguerite adquirió la nacionalidad estadounidense, teniendo, entonces, tres nacionalidades, francesa, belga y estadounidense.
Marguerite estaba feliz en ese mundo, fuera del mundo donde todo le gustaba e, incluso, durante algún tiempo se retiró de la escritura. Pero muchas amistades se quejaban del carácter de sargento de Grace y de su modo autoritario para interceptar cualquier contacto con su compañera.
Algunos incluso consideraban que Marguerite estaba totalmente controlada y manipulada por ella, y que le había cortado su libertad, que le impedía viajar y ver a sus amistades. La culparon de haber mantenido una relación estancada y constituida por ritos menudos como mandarse tarjetas de San Valentín o cumpleaños, así como galletitas y pastelitos. Grace le escribía utilizando las iniciales de Marguerite, MY, que también es my (mía). Marguerite la llamaba Grëce (Gracia) en la intimidad.
Con el paso de los años, Grace tomó las riendas de la vida de Marguerite, le organizaba su agenda y la estimulaba para que dedicara todo su tiempo para escribir sin que tuviera que preocuparse de las finanzas ni de temas de la casa.
Copiaba todos los capítulos que Marguerite escribía, contestaba las cartas de los editores, archivaba y ordenaba papeles, y hasta tocaba el piano para relajarla. Lo único que pedía era que nada ni nadie molestara a su genio.
Debido a esto no cabe duda que Grace fue una figura principal en el desarrollo de Yourcenar como escritora. Cuando, en 1951, publicó Memorias de Adriano, fue un éxito rotundo que le dio renombre internacional y le valdría, 20 años después, convertirse en la primera mujer admitida en la Academia Francesa, fundada por Richelieu en 1635.
Margueritte Yourcenar, Seal Harbor, Maine, 1949. Foto: FUSAC
Después de su éxito por Memorias de Adriano, la prensa francesa descubrió que había una verdadera eminencia viviendo en un pueblito perdido de Estados Unidos y, rápidamente, se trasladó con un equipo de cámaras y de periodistas. Grace jamás se hizo presente en esas ocasiones.
Hay fotografías en donde aparece el jardinero con Yourcenar, pero nunca con Grace. De la compañera con la que compartió 40 años de su vida, a la que cuidó hasta que murió de cáncer, Marguerite habló poco y lo poco fue con frialdad y distancia.
Pocos meses antes de morir, en una entrevista que dio, Yourcenar habló un poco sobre su relación con Grace.
"Primero fue una amistad apasionada, después una historia habitual de dos personas que viven y trabajan en conjunto por comodidad. Traté de ayudarla hasta el final, pero ella ya no era el centro de mi existencia, y tal vez no lo fue nunca".
Dicen que las últimas palabras que Grace pronunció fueron para Marguerite. Sin embargo, las de ella, hablaban del amor que siempre sintió por su padre, así que tal vez no fue una historia de amor correspondida.