Nacida en Maiquetía, Venezuela en 1920, Luchita Hurtado ha dedicado más de ochenta años de su dilatada carrera a la investigación de la universalidad y la trascendencia.
Al desarrollar su vocabulario artístico a través de una fusión de abstracción, misticismo, corporalidad y paisaje, la amplitud de su experimentación, con técnicas, materiales y estilos no convencionales, habla de los diversos contextos culturales y experienciales que dieron forma a su vida y su arte.
“Cuando era una niña, tenía un gran sentido del olfato. Podía oler a una mariposa rompiendo su capullo. Miré todo el proceso, y creo que ver esa magia fue una fuerte influencia", responde Luchita Hurtado a Hans Ulrich Obrist cuando éste le pregunta cómo llegó al arte.
La amplitud de su experimentación con técnicas, materiales y estilos no convencionales habla de los contextos multiculturales y experimentales que dieron forma a su vida y carrera.
Hurtado emigró a los Estados Unidos en 1928, estableciéndose en la ciudad de Nueva York, donde estudió en la Washington Irving High School y asistió a clases en la Art Students League.
En la década de 1940, trabajó como ilustradora de moda para Condé Nast y pintó murales para Lord & Taylor. La artista pasó partes de su vida en la Ciudad de México, Mill Valley, California y Taos, Nuevo México, y pasó tiempo con artistas de renombre estrechamente asociados con el surrealismo, el realismo mágico y el Grupo Dynaton.
Dentro de la vasta producción pictórica de Hurtado, los autorretratos son el género predominante. Éstos revelan las condiciones bajo las cuales producía: una madre de familia que sólo podía pintar en sus pocos momentos libres, tarde, por la noche, y sin acceso a más que ella misma.
A partir de mediados de la década de 1970, la mirada de Luchita se volvió hacia arriba, invirtiendo la perspectiva hacia abajo de sus pinturas anteriores.
Yo soy por ejemplo, es una selección de dibujos de transición fusiona estas series, a medida que los elementos del cuerpo femenino, incluidos el pecho, el estómago y la rodilla vistos desde un ángulo descendente, se transforman en montañas ondulantes en una continuación de la experimentación imaginativa del artista con paisajes figurativos.
Estas pinturas y dibujos captan el interés de la artista por el activismo medioambiental y el feminismo. El trabajo de Hurtado se exhibió esporádicamente a lo largo de su carrera, pero siguió siendo una práctica en gran parte privada. Comenzó a recibir más elogios y atención de la crítica a fines de la década de 2010.
El propio trabajo de Hurtado a menudo hace referencia a su cuerpo y objetos en su entorno inmediato, mientras que también representa formas más universales: cuerpos humanos bailando, abstracciones coloridas, cielos azules con plumas flotantes y madres dando a luz.
Si bien Hurtado se asoció con una amplia red de artistas e intelectuales de renombre internacional, incluidos muralistas mexicanos, surrealistas, miembros de Dynaton, artistas feministas y la escena artística chicana/latina, su práctica siempre siguió siendo una actividad independiente y en gran parte privada.
Además, estas pinturas que ven a Hurtado mirando hacia arriba reflejan su búsqueda de verdades espirituales. El cambio en esta serie, a raíz de sus obras más autorreflexivas, es hacia una comprensión de la conectividad de todos los seres dentro del mundo y el cosmos, incluidos los humanos, los animales y la naturaleza.