Cuentan que quien se topaba con Salvador Novo sencillamente quedaba algo hipnotizado con su presencia.
Desde que era adolescente ya se depilaba las cejas, lo que le brindaba un aspecto bastante ambiguo. Lo que lo hacía brillar (y también ser bastante temido) era la acidez de sus comentarios.
Dicen que, cuando era muy joven, Novo decidió entrar al patio de la Escuela de Jurisprudencia con unas bastantes llamativas sandalias doradas, lo que desató una serie de insultos y chiflidos.
Algunos aseguran que el escritor esperaba desatar dicha reacción, pues eso lo divertía (y bastante). En lugar de sentirse intimidado esto lo hacía sentir superior por atreverse y porque nadie que se burlaba de él podía negar su talento e inteligencia.
Retrato de Salvador Novo hecho por Manuel Rodríguez Lozano. Fuente: Algarabía
Un accesorio quizá tan (o más) famoso que Novo era su peluca roja. Todo mundo lo reconocía nada más por su tonalidad y artificialidad. Salvador Novo recorrió la Ciudad de México con esa peluca, lo que resultaba fascinante.
Pero eso no era todo, pues a este genial escritor le encantaba recibir en su casa a sus amigos con sus batas chinas y en algunas ocasiones hasta se maquillaba.
Con su manera tan atrevida de ser, Salador Novo terminó por ganarse el respeto de la gente. Era un intelectual al que reconocían en la calle, daba su opinión en la televisión y fue bastante adulado porque todo mundo quería formar parte de sus crónicas.
Que fuera vanidoso solo era una parte de su personalidad, pues siempre destacó por ser uno de los escritores más trabajadores.
Se hizo famoso por hacer unas comidas memorables en su casa de Coyoacán. Quienes iban a su teatro podían convivir con grandes personalidades de la Ciudad de México, desde Diego Rivera, Frida Kahlo y Fito Best Maugard hasta extraordinarias actrices de teatro.
La gente lo respetaba y eso se hacía presente cuando entraba a cualquier sitio. Sin importar qué vistiera ni qué dijera.
A Salvador Novo le gustaba usar un anillo en cada dedo de las manos. Aunque fue homosexual, le pidió matrimonio a Beatriz Aguirre pues deseaba tener un hijo.
Salvador Novo. Fuente: Letras Libres
Pero también fue un hombre sumamente detallista, de esos que ahora ya casi no hay. Resulta que a todos sus amigos les mandaba en diciembre un soneto para despedir el año.
Sin embargo, Salvador Novo fue un hombre sumamente solitario. No tuvo una pareja permanente, aunque se sabe que tuvo un apasionado romance con Federico García Lorca, cuando se conocieron en Argentina e incluso este se encontraba preparando su viaje para vivir en México cuando fue asesinado.
Lo más escandaloso (y excéntrico) de Novo fueron sus memorias tituladas La estatua de sal, que se publicaron 25 años después de que muerió, es decir, en 1999. En este libro el escritor hizo una especie de autopsicoanálisis para tratar de explicar su personalidad.
En La estatua de sal, sin pudor alguno, narra todas sus aventuras sexuales desde que tenía 5 años. Relata cómo era la vida en la Ciudad de México en los tiempos de la Revolución e incluso habla de los 41 y que conoció a algunos de los sobrevivientes de este baile que ocurrió en 1901.
Salvador Novo narra en este extraordinario (y muy temido) libro cómo era la vida de los travestis y cómo fue la vida privada de varios de sus amigos y enemigos, lo que nos muestra, por fortuna, una cara totalmente diferente a las muchas que ya se conocían de él.