Pérez Celis fue un viajero incansable y se estableció en diferentes países: en 1959 vivió en Montevideo, en 1963 se instaló casi dos años en Lima -desde allí llegó al Cuzco y Machu Pichu- y después fue un asiduo visitante de los campos de Quemú Quemú, en la provincia argentina de La Pampa. Sin perder su asiento en Buenos Aires, más tarde, vivió en Caracas, París, Nueva York y, finalmente en Miami.
Con un particular acento americano, su sensibilidad interpretó cada uno de estos escenarios, y de todos supo llevarse algún signo emblemático, logrando mantener su obra latiendo a pesar de que su forma física ya partió de este mundo.
Nació el 15 de enero de 1939 en un hogar pobre de San Telmo, Buenos Aires, y falleció en Buenos Aires el 2 de agosto a la edad de 69 años.
“Ritual”, de 1991. Fuente: Infobae
Desde muy joven se trasladó al barrio de Liniers donde se crió, y desde niño demostró pasión por la pintura, tanto que a los 9 años tomó clases de dibujo por correo. En 1954 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y bajo la guía de maestros como Leopoldo Presas, Santiago Cogorno y Libero Badii, desarrolló su interés por la abstracción.
A los 16 años, gracias al apoyo de la familia Di Tella, presentó su primera exposición de la mano de su amigo Rafael Squirru, crítico de arte y fundador del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Resaltando en los campos de la pintura, la escultura y el grabado, pasó parte de su tiempo participando en discusiones sobre arte, vida y filosofía con artistas jóvenes, y aunque su nombre en realidad era Celis Pérez, desde que era estudiante se hizo conocido como Pérez Celis, incluso fuera del mundo del arte.
A la par de su crecimiento, se expresó a través de la pintura, escultura, el muralismo y el grabado mientras desarrolló un estilo abstracto recurriendo a la fusión de líneas estéticas de las culturas amerindias andinas con las vanguardias plásticas internacionales a la vez de la utilización de imágenes de fuerte arraigo en la cultura porteña para construir obras de fuerte impacto.
Durante la década de 1980 vivió en Nueva York y exploró los volúmenes de la escultura, pero regresó a Argentina tras la muerte de su segunda esposa. Tras el trago amargo que lo vio sumergirse en depresión, ilustró libros de Walt Whitman y Jorge Luis Borges, entre otros.
Con los años, el prolífico pintor se hizo uno de los artistas visuales argentinos con más exposiciones alrededor del mundo, y poco a poco, fue colocando sus obras en exhibiciones de países como Perú, México, Venezuela, Francia, Estados Unidos, República Dominicana, Japón, Guatemala, Colombia y Ecuador.
Desde 1958 participó en más de 100 exposiciones colectivas, y más tarde, recibió varios reconocimientos por su labor artística, como la Orden del Sol en Grado de Comendador del Perú; fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, y recibió también la Llave de la Ciudad de Miami, y su obra fue declarada patrimonio cultural por el Senado argentino.
Sus obras, muchas de ellas de gran formato, se pueden encontrar en museos como el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires o el MoMA de Nueva York, en muchos museos latinoamericanos de arte moderno y en muchas colecciones corporativas y museos de Estados Unidos, incluido el Museo de Arte de Filadelfia. Desde 1989, expone en la Galería Anita Shapolsky de Nueva York. Más recientemente, sus obras formaron parte de la exposición Masters of Modernity que tuvo lugar en las galerías Uptown y Soho, también en la ciudad de Nueva York.
¿Entonces cuál es el legado de Pérez Celis? Uno rico, múltiple, variado, ecléctico y extenso; uno que presume una sensibilidad estética como ningún otro, así como una huella que permanece en varios espacios públicos, porque como él mismo dijo: no pintaba para trabajar sino para vivir.