Pintor y escultor de proyección internacional, Roberto Aizenberg exploró las posibilidades metafísicas del arte, por lo que se le recuerda como uno de los talentos más importantes de Argentina.
Roberto nació en Federal, Entre Ríos, Argentina en 1928, hijo de inmigrantes judíos. A la edad de ocho años, la familia de Aizenberg se mudó a La Paternal, barrio de Buenos Aires. Ahí, Roberto recibió su educación secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Más tarde, Aizenberg estudió pintura bajo la dirección de Antonio Berni.
Entre 1950 y 1953 fue alumno del surrealista Juan Batlle Planas, un pintor argentino que destacó la importancia del surrealismo y el psicoanálisis, y quien marcó profundamente su obra.
Fuente: Cultura GOB
En 1958, la primera exposición individual de Aizenberg tuvo lugar en la Galería Galatea, marcando su entrada al mundo del arte.
Aizenberg estudió minuciosamente el lenguaje de su arte para alcanzar con su material de signos, el dibujo y el color, esa difícil zona de comunicación integral que es la aspiración de todo artista.
En 1960, Aizenberg formó parte de la Primera exposición internacional de arte moderno en el actual Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Al año siguiente su obra fue incluida en una gran muestra de arte argentino contemporáneo, organizada en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro
Luego participó de la cuarta edición del Premio Nacional de Pintura Torcuato Di Tella, e integró el envío argentino a la Bienal de San Pablo, y así su trayectoria fue siempre en ascenso, por lo que el artista realizó más de veinte exposiciones individuales y participó de incontables exposiciones colectivas
En 1969, el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella organizó una exposición retrospectiva de Aizenberg, en la que se incluían obras realizadas entre 1947 y 1968: pinturas, dibujos, collages y tres esculturas en madera. La muestra finalizó abruptamente tras el estallido de una bomba.
Por otra parte, la pasión de Aizenberg por la arquitectura del Renacimiento influyó vívidamente en sus obras. Muy a menudo representaba torres aisladas, ciudades vacías y edificios misteriosos.
Aizenberg se casó con Matilde Herrera, periodista y escritora del semanario Primera Plana. Ella tuvo tres hijos de un matrimonio anterior, Valeria, José y Martín Beláustegui, pero después del golpe militar, en 1976 y 1977, los tres hijos y sus esposas fueron desaparecidos.
Debido a la dictadura en Argentina, Aizenberg emigró a París en 1977, y en 1981 se mudó a Tarquinia, Italia. En 1982 participó en la exposición celebrada en la Galería Naviglio de Milán. El artista regresó a la Argentina en 1985. Además de su carrera artística, trabajó como profesor.
Desde 1985 y 1986 y nuevamente en 1993, Roberto enseñó pintura en la Universidad Nacional de las Artes, y en 1986 comenzó a realizar un seminario para la comunidad judía. Para sus estudiantes, los cuadros de Aizenberg nos presentan una verdadera coagulación del silencio; una sensación de profundo silencio.
Unos años más tarde, en 1996, Aizenberg murió inesperadamente en Buenos Aires en 1996 mientras preparaba una retrospectiva de su trabajo en el Museo Nacional de Bellas Artes.
“Ser surrealista significa sentir –de un modo tremendo– el impacto de la existencia, desarrollar virtudes de visionario y perseguir a través de una paciente labor artesanal una constante indagación del conocimiento humano”.