A mediados de la década de 1960, la sociedad mexicana al menos en apariencia presumía una postura conservadora, pero en 1965, en las calles de la colonia Roma en la Ciudad de México, se juntaron un grupo de jóvenes para planear la creación de una banda que transformaría los cimientos del rock and roll nacional.
Se trataba del aclamado cineasta Alfonso Arau y periodista Carlos Monsiváis, ávidos compositores de letras rocanroleras, quienes ideaban un espectáculo, quienes fueron contactados por Ernesto Alonso, dueño del exclusivo cabaret Quid, quien les pidió ayuda para crear el más grande show nocturno que jamás se haya visto en la historia del entretenimiento en México.
Para dicho esfuerzo, Arau, director de la cinta Como agua para chocolate, llamó a Los Rebeldes del Rock: Marco Polo Tena, Marco Antonio Lizama, José Luis Martínez, y al habilidoso pianista Julián Bert para crear una banda de rock, y así nacieron The Tepetátles, un nombre considerado una franca burla a la banda de John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison.
Mientras el grupo rebelde comenzaba a practicar, los multipremiados pintores, dibujantes, escultores e ilustradores José Luis Cuevas y Vicente Rojo se encargaron de la escenografía y el diseño visual en general, mientras Francisco Aguilar metió su cuchara en el vestuario y Héctor Ortega dirigió la transmisión del evento para la televisión, lo que a la postre fue la primera cobertura con circuito cerrado de cámaras a cargo de la compañía Telecomunicación y Equipos.
El resultado fue un sonido muy bailable, el discurso estaba adornado con un particular sentido del humor y tocaba temas variados que siempre hacían referencia a la ciudad y su manera de expresarse, no obstante, el show no fue bien recibido por el público ni por Ernesto Alonso, quien consideró que el proyecto no era el adecuado para sus clientes.
La presentación causó mucho alboroto y una que otra queja, pero sin quererlo ni planearlo, la presentación del conjunto intervino la creciente cultura pop de México, inyectando elementos nacionales a la música para crear algo completamente novedoso en la escena musical.
El fracaso, entre comillas, no desanimó a la banda, más bien, los orilló a hacer crecer su huella con la esperanza de que las generaciones del futuro lo quisieran abrazar.
Buscaron el patrocinio de un sello discográfico nacional autónomo e independiente, y lo consiguieron con POP ART. De esta manera, los cinco músicos iniciaron la producción de su primer disco que se estrenó bajo el título Arau A Go Go, cuyo número exacto de copias editadas en la primera y única edición se desconoce, pero que consiguió convertirse en una pieza de culto atesorada por los coleccionistas.
El sonido experimental y el espíritu del quinteto encontró sus influencias en el jazz, el soul, en el A go-go, e incluso en valses o flamencos combinados, aderezado con la poesía, la literatura, la diversión, la sátira, el humor y la picardía de Monsiváis en las letras. Hay también un rock n roll desenfrenado, pero también una serie de invenciones bautizadas, por ejemplo, el “a go go prehispánico”, la antesala a futuros géneros en la onda del “Guacarock” de Botellita de Jeréz, donde precisamente toca el hijo de Alfonso, Sergio Arau.
Llegaron divertidos, frescos, rebeldes, pero también desafiantes, ya que en la primera canción del disco se oye: “Que nadie nos pida respeto al vecino, que nuestro alarido resulte asesino. Que ante nuestro grito Los Beatles parezcan monjas encerradas que en silencio rezan”; una frase que explica a detalle el verdadero espíritu detrás de The Tepetatles.
A lo largo del disco, aparecen referencias al albur mexicano, al torero Manuel Benítez “El Cordobés”, al poeta Manuel Acuña, a la llamada “Zona Rosa”, el lugar donde los intelectuales se juntaban a dialogar lo suyo, y a otros espacios sumamente mexicanos.
Con el paso del tiempo, la aventura se diluyó, pero es innegable que las bases estaban sentadas; Arau y compañía nacieron como banda de rock en el lugar o momento equivocados, pero desde entonces y a lo largo de los años, han sido no solo referentes, también influencias e ídolos de las nuevas generaciones.
De ellos, como ramas de un tronco gigante, nacieron nombres como Botellita de Jerez, Caifanes y La Maldita Vecindad, y si nos vamos de largo, es indudable que encontraremos otros nombres que hallaron su causa en el sonido atrevido de aquellos cinco hombre que vieron nacer la fuerza y el color del rock nacional.