Alexander Andréyevich Ivánov fue un pintor que ha pasado casi desapercibido en la historia de la pintura a pesar de que en su trabajo desarrolló una estética neoclásica, ya en decadencia en el siglo XIX, por lo cual tuvo poco reconocimiento entre sus contemporáneos.
Nacido en San Pesterburgo en 1806, fue un artista perfeccionista, obsesionado por encontrar la obra perfecta, portadora del equilibrio y armonía sosegada. Se le llamó "el maestro de una sola obra", pues le costó 20 años concluir la composición que él consideraba como su mejor trabajo pictórico, de título La aparición de Cristo ante el pueblo, finalizada en 1857.
La aparición de Cristo ante el pueblo, 1837-1857. Fuente: Galería Tretiakov, Moscú
En 1830, habiendo terminado sus estudios iniciales, el artista se fue a Italia para seguir estudiando pintura. El viaje fue pagado por la Arts Promotion Society, quien encontró en Aleksandr su alumno más destacado. Habiendo pasado Alemania y Austria, Ivanov se instaló en Roma, donde estudió arte antiguo y obras de maestros del Renacimiento. Ahí, en una estancia que duraría 28 años, Alexander pintó las pinturas Apolo, Jacinto y Ciprés, dedicados a la música, y La aparición de Cristo a María Magdalena, por la cual recibió el título de Académico de Artes y la extensión del pago por su viaje.
En 1836 Ivanov comenzó a llevar a cabo su pintura más polémica, pero también la más aclamada: La aparición de Cristo al pueblo.
Durante dicho tiempo, el artista creó muchos bocetos que adquirieron un valor independiente. Además, pintó paisajes, retratos y bocetos de género. Envuelto en el encanto de su máxima obra, conoció al escritor N.V.Gogol, con quien mantuvo amistad durante mucho tiempo y a quien retrató en 1841 y le ayudó a superar las depresiones que le acosaba el no concluir su pintura.
Tras muchos años de espera y de advertencias de entrega, llegó la fecha límite impuesta por sus jefes, quienes, al no ver resultados, decidieron dejar de pagarle su viaje, causando que Ivanov viviera muy mal y pidiera dinero prestado a los clientes. En breve, el pintor gastó todos sus ingresos en la encarnación en su grandioso plan y llevó una vida aislada, casi sin comunicarse con nadie. Tuvo varias relaciones amorosas sin éxito, pero nunca se casó.
No obstante, a pesar de las limitantes, continuó pintando hasta 1845, combinado sus paisajes celestiales con bocetos para poder cubrir sus gasto, sin embargo, muchos no estarían destinados a ver la luz.
Tres años más tarde, con el estallido de la revolución italiana de 1848, dicho acontecimiento influyó mucho en su obra, ya que tuvo una crisis de fe y surgieron dudas sobre la esencia divina de Cristo, un tema que le dio más oscuridad y seriedad a sus lienzos que ya de por sí presentaban un encantador misterio oscuro aunque se tratara de la presencia de lo divino.
En este momento difícil, Alexander tuvo otro plan grandioso, y decidió que iría a escribir todos los acontecimientos de su vida y los hechos en los que Jesucristo y las historias del Antiguo Testamento se hicieron presentes.
En sus futuros trabajos el autor organizó un ingenioso juego de perspectivas en el posicionamiento de sus personajes, de tal forma que en el recorrido de su visualización provoca curiosidad, apareciendo la figura de Jesús en la lejanía, caminando hacia la gente, la cual aparece sujeta a los avatares de este mundo, perdidos, desorientados y lamentándose de su dolor o encerrada en la ignorancia, reflejando mucho de sus sentimientos del momento.
El escenario es claro, de luz difusa, colores agradables, mostrando en el horizonte cielos cárdenos del amanecer, cielos no exagerados en su ignición solar, sino tranquilos y sin estridencias, sobre un paisaje neblinoso de la mañana, fresco y sereno. Hay figuras donde consigue una carnosidad brillante, cuya decrepitud es salvada por la claridad que las reviste. Al final, algunos de sus trabajos más entrañables.
Ivanov, aparte de todas estas obras, posee un gran número de piezas en las que plasmaba la naturaleza. Idealizaba el paisaje, ya que en bastantes de ellas nos muestra espacios en los que los árboles muestran vida, o el fluir y frescura del cauce de un arroyo. Sus paisajes se repiten las pautas de su obra principal, pero de forma más viva, relatando con sencillez el entorno de los campos, sus cielos, y sus construcciones. Transcurre suave, silencioso, integrado el pintor en el paisaje.
El artista planeó colocar todas sus obras en un edificio separado que sería denominado como El Templo de la Humanidad. En total, Ivanov quería hacer 500 frescos y trabajó en bocetos para ellos hasta el final de su vida, pero fue interrumpido con su muerte el 3 de julio de 1858, y quedaron 200 bocetos de acuarelas conocidos como Bocetos Bíblicos que ahora están almacenados en la Galería Tretyakov.
Ya fuera su naturaleza, sus retratos o sus temas religiosos, la obra de Aleksandr Andréyevich Ivánov es impactante, una poderosa sorpresa visual que trasmite magia, energía, milagro. Es una obra que anuncia la modernidad en la pintura, la nueva figuración que subsistirá en el Siglo XX. Ivanov posee una producción artística digna de rescatar del olvido, situándolo en el lugar que merece.