"Creo que el cerebro de la gente es más interesante que la apariencia", dijo la actriz e inventora de Hollywood, Hedy Lamarr en 1990, 10 años antes de su fallecimiento.
Para algunos, la sorprendente estrella de cine es más conocida por sus roles en películas nominadas al Oscar de la década de 1940, pero es realmente su mente técnica la cual define su mayor legado. Lo cierto es que la historia de su vida es realmente notable.
Fuente: Diltz/RDA/Everett Collection/Forbes
Hedy Lamarr nació como Hedwig Eva Maria Kiesler el 9 de noviembre de 1914 en Viena, Austria. A la edad de 4 años, Lamarr empezó a recibir tutoría privada para convertirse en un pianista, bailarina y multilingüe competente a la tierna edad de 10 años. Su vida y educación ya presagiaban sus logros futuros, ya que a los 16 fue admitida en la escuela dramática de Max Reinhardt con sede en Berlín.
Un año después, en 1930, mientras continuaba haciendo brillar su inteligencia y capacidades para casi cualquier ámbito, protagonizó en la película Geld auf der Strasse (Dinero en la calle), dirigida por Georg Jacoby y protagonizada por Lydia Pollman, Georg Alexander y Franz Schafheitlin.
Tras su breve pero innegable debut en la pantalla, no tardaron en llegar más roles. Así, no mucho tiempo después, logró aparecer en su primera película popular, la erótica checo-muda titulada Éxtasis, de 1933. Ese mismo año, la joven promesa de 19 años se casó com Fritz Mandl, quien trató de acabar con su estrellato impidiéndole aparecer en el escenario y en la pantalla, además de intentar borrar todas las publicaciones de Éxtasis.
Después de unos años bajo las garras sádicas de Mandl, infeliz y dominada por su esposo, huyó de su casa en bicicleta en medio de la noche.
Emigró a los Estados Unidos en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial y llamó la atención del director del estudio de MGM, Louis B. Mayer, en el barco que viajaba de Londres a Nueva York. Aunque hablaba poco inglés, logró conseguir un lucrativo contrato para actuar en películas de Hollywood, y de esta forma, la belleza vienesa pronto se instaló en Beverly Hills y socializó con figuras de la talla de John F. Kennedy y Howard Hughes, con quienes encontró su verdadera vocación mientras retomaba su carrera y protagonizó varias películas
Sin que ella lo supiera, y a través de dramas románticos como Argel, de 1938; Tortilla Flat, en 1942; White Cargo, de ese mismo año; y Sansón y Dalila, de 1949, estaba a punto de convertirse no solo en una atracción brutal en Hollywood, sino en pionera de tecnología que serviría de base para los sistemas de comunicación WiFi, GPS y Bluetooth actuales, un tema que comenzó a cobrar más fuerza cuando Lamarr comenzó a salir formalmente con Howard Hughes, quien le proporcionó equipo y ayudó a sus inventos durante los pequeños descansos que tuvieron entre sus rodajes.
Durante la relación de ambos, que fue más una explotación intelectual que una sentimental, Hedy pudo diseñar un ala para los aviones de Hughes incorporando la inspiración de la naturaleza, que le llamaba la atención desde su niñez, con lo que insertó lo que ella misma definiría como "aletas del pez más rápido y alas del pájaro más veloz".
Fuente: National Women's History Museum
Lamarr, de la mano de las innovaciones de Howard, continuó demostrando sus habilidades, tanto en actuación como en la creación de tecnología. Pero no fue hasta que conoció a George Antheil en una fiesta, donde discutieron sus escrúpulos sobre la inminente Segunda Guerra Mundial, que formularon un nuevo sistema de comunicación que dirigiría los torpedos hacia sus objetivos durante la disputa.
"Las invenciones son fáciles de hacer para mí, no tengo que trabajar en ideas, surgen de forma natura", decía Hedy Lamarr, sin embargo, lo que no le resultaba tan natural a la actriz fue la notoriedad y la compensación que merecía por sus ideas, ya que la patente que presentó con el co-inventor Antheil no le otorgó el reconocimiento que merecía, como muchos otros de sus trabajos.
Hasta el día de hoy, ni Hedy ni su patrimonio han visto un centavo de la industria multimillonaria que su idea allanó el camino, incluso a pesar de que el ejército de los Estados Unidos ha reconocido públicamente su patente de salto de frecuencia.
Aunque más tarde fue reconocida por sus habilidades cuando recibió una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, en 1960, la brillante actriz nunca recibió el honor que le tocaba, y es que quizá la gente pensaba que era demasiado hermosa como para haber tenido una idea brillante, decían sus colaboradores.
Y es que de acuerdo al Dr. Simon Nyeck, presidente de Branding en la Escuela de Negocios ESSEC de París y miembro anterior de la Escuela de Negocios de Harvard, las mujeres de esa época eran vistas bajo tres arquetipos: la reina poderosa e inteligente, la princesa seductora, o la femme fatale, que es una combinación de ambos.
Entre dichos arquetipos, unos que se remontan a la mitología griega y todavía se utilizan para representar a las mujeres en los medios y la publicidad al día de hoy, el Dr. Nyeck asegura que Hedy entraba en la categoría de que Femme Fatale, y una mujer poderosa que es sexy pero inteligente es realmente aterrador para la mayoría de los hombres, porque simplemente "exponen lo débiles que somos".
Lamarr tardó décadas en recibir algún reconocimiento por sus increíbles inventos. Finalmente, en 1997, fue honrada por la Electronic Frontier Foundation, pero, lo cierto es que es que dichas ovaciones tardaron demasiado tarde, porque ya no salía de su casa cuando fue acreedora del reconocimiento, por lo que envió una grabación de ella dándoles las gracias. Por lo tanto, no pudo ponerse de pie y recibir este aplauso tan retrasado. Falleció el 19 de enero de 2000.
Lo cierto es que su hija, Denise Loder, vive plenamente orgullosa de la mente inventiva de su madre, así como del trabajo que hizo a lo largo de su carrera para superar los límites de cómo se percibe a las mujeres. Para ella, tanto su madre como Betty Davis fueron dos de las primeras mujeres en poseer compañías de producción y contar historias desde una perspectiva femenina.
Al final, Hedy Lamarr, quien una vez fue la mujer más bella del mundo, es inspiración, tanto estética como intelectual, sirviendo como base para personajes como Blancanieves y Catwoman, pero también para algunas de las tecnologías más trascendentes de la humanidad.
Tras finalizar uno de sus últimos descubrimientos, la actriz una vez comentó: "Mejorar las cosas es algo natural para mí", y se nota.