Mientras los tambores de guerra retumbaban por toda Europa en 1939, el jefe del servicio de inteligencia militar de Francia reclutó a una espía poco probable: la mujer más famosa de Francia: Josephine Baker.
Jacques Abtey había pasado los primeros días de la Segunda Guerra Mundial reclutando espías para recopilar información sobre la Alemania nazi y otras potencias del Eje. Como era de esperarse, lo normal era que el jefe del servicio secreto buscara hombres que pudieran viajar de incógnito.
Pero tras los aprendizajes del primer conflicto global, Abtey optó por la sorpresa y lo insusal para ir frente al enemigo, y se acercó a reclutar a una bailarina y cantante nacida en Estados Unidos, que en esas fechas, era considerada una de las celebridades más importantes, para proponerle lo más inusual.
Nacido en la pobreza en St. Louis en 1906, Baker había crecido sin padre en una serie de hogares tóxicos. Ella solo había estado en la escuela por tiempos esporádicos y se casó por primera vez a los 13 años.
Excluída por la discriminación, partió de su hogar a los 19 años para actuar como bailarina de burlesque en los music halls de París, donde sus atrevidas rutinas de baile la convirtieron en una sensación de la Era del Jazz, un período de las décadas de 1920 y 1930 en el que dicha música y los estilos de baile ganaron rápidamente popularidad a nivel nacional.
Tras unos años de dedicarse al canto y a la actuación en películas, para el inicio de la década de 1930 se convirtió en la animadora mejor pagada de Europa.
Su modo de vida inspiró a escritores como Ernest Hemingway, quien una vez la llamó “la mujer más sensacional que nadie haya visto -- o que nunca lo hará."
Apareció en una película llamada Zou-Zou y se convirtió en la primera mujer negra en tener un papel protagonista en un largometraje. La apodaron La venus de bronce, La perla negra y La diosa de ébano.
Todo este pasado fue estudiado por Abtey, quien al final defendió ante sus superiores la idea de que una celebridad de la estatura de Baker, además no nacida en Francia, la convertiría en la mejor opción y sí, al final resultó tan atractiva que fue aceptada.
La fama sería su tapadera, y las fuerzas militares francesas ahora esperaban que Baker pudiera usar su encanto, belleza y estrellato para seducir secretos de labios de diplomáticos aduladores en las fiestas de la embajada.
En septiembre de 1939, con el estallido oficial de la guerra más destructiva de la historia, y por encontrar en Francia la libertad que no se le permitió en los Estados Unidos, Baker accedió a la petición del jefe del servicio de inteligencia militar de espiar para su país de adopción.
"Francia me hizo lo que soy... Los parisinos me dieron su corazón y yo estoy dispuesto a darles mi vida", dijo Josephine Baker a la revista Ebony décadas más tarde. "Por supuesto que quería hacer todo lo posible para ayudar a mi país adoptivo, pero una consideración primordial es que lo que me impulsó con tanta fuerza a hacerlo, fue mi odio a la discriminación en cualquier forma."
Baker, quien había gozado de una gran fama como bailarina y una de las artistas más célebres que encabezaron las revistas del Folies Bergère en París, comenzó su carrera de espionaje asistiendo a fiestas diplomáticas en las embajadas de Italia y Japón, reuniendo inteligencia sobre las potencias que posiblemente se fueran a unir a la guerra.
Fuente: Rennert's Gallery
Jamás mostrando temor a ser atrapada, la cantante y bailarina vuelta espía escribió notas de lo que escuchó en las palmas de su mano y en los brazos debajo de las mangas, que luego mostraba a sus oficiales, quienes filtraban la información que pudiera servir de forma para el contraataque de los Aliados.
A la par de la llegada de las fuerzas alemanas a Francia, Baker continuó sus actuaciones nocturnas en París, cantando en la radio para los soldados en el frente de guerra y presentándose en los refugios para personas sin hogar.
Cuando los invasores se acercaron a París a principios de junio de 1940, Abtey insistió en que la actriz saliera de la ciudad fuera, por lo que Baker cargó sus pertenencias y partió al campo, donde escondió refugiados y miembros de la resistencia francesa en su nuevo alojamiento, incluyendo al general Charles de Gaulle.
Durante los siguientes años, la fama, el fácil trato y la amabilidad de Baker lograron que tanto ella y Abtey viajaran en las sombras, pasando por España, Portugal, Marruecos y luego África mientras transportaba grandes instrumentos y animales exóticos como una colección de monos y un gran danés, ya que de acuerdo a ella misma, cuanto más llamativo era el viaje de Baker, menos sospechas generaba.
Ya en el norte de África, trabajó con la red de la resistencia francesa y usó sus conexiones para asegurar pasaportes para judíos que huían de los nazis en Europa del este hasta que fue hospitalizada con peritonitis en junio de 1941.
Se sometió a múltiples operaciones durante una hospitalización de 18 meses que la dejó tan enferma que un periódico de Chicago publicó por error su obituario, escrito por Langston Hughes, quien mencionó que Baker fue “tan víctima de Hitler como los soldados que caen hoy en África luchando contra sus ejércitos. Los arios alejaron a Josephine de su amado París".
Aún mientras Baker convalecía, su trabajo de espionaje continuó mientras diplomáticos estadounidenses y miembros de la resistencia francesa se reunían junto a su cama de hospital.
Desde su balcón vio cómo las tropas estadounidenses llegaban a Marruecos como parte de la Operación Antorcha en noviembre de 1942.
Al poco tiempo fue dada de alta, y entonces recorrió los campamentos militares aliados desde Argel hasta Jerusalén. De día, viajaba en jeeps por los abrasadores desiertos del norte de África. Por la noche, se abrigaba y dormía en el suelo junto a su vehículo para evitar las minas terrestres.
Tras la liberación de París, regresó a la ciudad que tantó amó en octubre de 1944 después de una ausencia de cuatro años vestida con su uniforme de teniente auxiliar.
Joséphine Baker con la Légion d'honneur, Château de Milandes, 1961. Fuente: Reddit.
Se sentó en la parte trasera de un automóvil mientras la multitud a lo largo de los Campos Elíseos le arrojaba sus flores. Baker ya no solo era una estrella glamorosa de la revista o la mujer más fotografiada en los años 20, era una heroína de la patria.
Se vistió de nuevo con su uniforme en 1961 para recibir dos de los más altos honores militares de Francia, la Croix de Guerre y la Legión de Honor, en una ceremonia en la que se revelaron al mundo los detalles de su labor de espionaje.
Baker, con los ojos llorosos, dijo a sus compatriotas: "Estoy orgullosa de ser francesa porque este es el único lugar del mundo donde pude realizar mi sueño."
Hacia el final de su vida, a pesar de haber padecido ya algunos infartos, celebró los 50 años de su carrera con una actuación especial en 1975 en el Teatro Bobino en París. Entre el público se encontraban la princesa Grace de Mónaco y Sophia Loren.
Unos pocos días despues entró en coma y murió el 12 de abril de 1975 por una hemorragia cerebral. Cuando su cortejo fúnebre desfiló por las calles de París, Josephine Baker se convirtió en la primera mujer americana a la que le otorgaron honores militares en Francia.