Hablar de Leonora Carrington es referirse a la pasión por el descubrimiento de la mente inconsciente y a las imágenes que nos encontramos en los sueños, a su arte poblado por figuras híbridas y bestias fantásticas que exploran los temas de transformación e identidad personal y sexual en un mundo condenado a un constante cambio.
Carrington, nacida en 1917, en Clayton Green, Reino Unido, hija de Harold Carrington y Maurie Moorhead Carrington, también volcó su imaginación siempre en llamas hacia una nueva conciencia, reformando los frecuentes estereotipos surrealistas de usar a la mujer como objeto del deseo masculino y recurriendo a su vida y amistades para representar autopercepciones y los vínculos de mujeres de todas las edades en entornos e historias dominadas por los hombres.
Sus decisiones tempranas empatan la forma extraordinaria que alcanzó durante su vida adulta, faceta que casi todos conocemos. En 1937, dos años después de ser presentada en el Palacio de Buckingham a lado de otros pequeños jóvenes debutantes de la alta sociedad inglesa, escapó al pequeño pueblo de Saint-Martin-d'Ardèche, en Francia, con su amante casado, el célebre surrealista Max Ernst, donde transformaron su casa en una galería de arte con pinturas en los armarios y un mosaico de un murciélago que leía "¡Paloma, vuela!" en francés.
"Castor and Pollution" de Max Ernst, (1923). Fuente: Colección privada Vienna.
Ahí, su trabajo la acercó a los nombres de Pablo Picasso, Salvador Dalí y André Breton, entre otros, y donde comenzó a reclamar el heroísmo femenino que le es atribuida por lectores contemporáneos, viviendo un ejemplo espectacular de rebelión personal, negándose a ser musa de nadie a pesar del entorno de guerra que azotaba a toda Europa.
"Quería Ser Pájaro" de Leonora Carrington, (1960). Fuente: Pinterest.
La tendencia de las mujeres artistas a verse eclipsadas por sus parejas masculinas es, lamentablemente, recurrente, y para las mujeres involucradas en el círculo surrealista, la situación era aún más tensa, ello, sumado a la continúa situación de guerra que finalmente la alcanzó en Francia, Carrington partió con Ernst y un grupo de amigos a España, donde vivió años tortuosos tras un colapso nervioso después la detención de Max Ernst a manos del ejército Nazi, situación que la mantuvo detenida en un hospital psiquiatrico de Santander, donde fue tratada con cardiazol y terapia electroconvulsiva. Para ese entonces, Leonora se encontraba en una posición de debilidad frente a su familia, quien quiso enviarla a una reclusión semipermanente en Sudáfrica, pero, habiéndose recuperado lo suficiente, encantó a sus cuidadoras y escapó a México en 1942, donde encontraría su casa, su causa, y ultimadamente su muerte 62 años después.
"Autoretrato "de Leonora Carrington, (1937-1938). Fuente: Met Museum.
Ahí, vivió plena y productivamente, encontró su potencial, su hogar, y su voz al involucrarse en el movimiento de Liberación de la Mujer en México.
Las historias de Leonora Carrington transmiten belleza, hostilidad, orgullos, identificación, descubrimiento y nostalgia, encontrando al caballo, especialmente en sus pinturas, como la representación del potencial imaginativo de una mujer o una niña, potencial que los antagonistas de sus historias quieren controlar.
"Mi general aspirina y sus hombres", de Leonora Carrington. Fuente: Christies.
Leonora decidió que no sería una loca, ni el hermoso cadáver de nadie. Estuvo siempre segura de soltar la barda de su familia, su sociedad y su entorno como lo hacen muchas de sus bestias fantásticas a lo largo de sus murales.
Así lo hizo el 25 de mayo de 2011 en la Ciudad de México, donde la Universidad Autónoma Metropolitana concluyó la rehabilitación del inmueble que construyó y vivió durante seis décadas, y hoy presentará el proyecto y un sitio web.
No obstante, se dice que Leonora se sigue apareciendo en sueños, o en cualquier de sus versos si uno dispone del tiempo para sentarse a leer.