Los niños que nacen en un gran puerto nunca se olvidan de esa relación temprana con el mar. Están marcados, de por vida, por los misterios de esta fuerza impredecible de la naturaleza. El artista japonés Kaii Higashiyama fue uno de ellos.
Nacido en Yokohama en 1908, Kaii Higashiyama fue hijo de un trabajador de cera en un barco, y dadas sus continuas expediciones junto a su papá, Kaii se familiarizó con las lenguas y los modos extranjeros, así que un día tomó la decisión de partir para explorar las tierras que existían más allá de lo que é conocía.
Pero antes de hacerlo, el joven fiel a su padre se mudó a Kobe, una localidad que estaba más abierta a las tradiciones occidentales, especialmente británicas, donde comenzó a mostrar sus cualidades para el dibujo y la pintura. Después de estudiar a algunos de los pintores japoneses que habían estudiado en el extranjero, adoptó sus técnicas y los temas de su pintura de estilo occidental, por lo que comenzó a trabajar con óleos y a perfeccionar su prometedora técnica.
No obstante, a pesar de sus deseos de ser un pintor como los del otro lado del mundo, su padre le instó dedicarse a las clásicas formas, estilos y técnicas convencionales conocidas como Nihonga – el término que había sido recién acuñada para distinguir a los pintores clásicos de los que trabajan bajo la inspiración europea con materiales extraños.
De esta manera, Higashiyama comenzó a practicar la técnica tradicional a través del papel y la seda y empezó la experimentación de sus lienzos con polvo de rocas, conchas, insectos, plantas y minerales, creando inusuales tintes extremadamente sutiles que se mezclan con piel de animales o espinas de pescado con agua pura de manantial para elevar su toque tradicional.
Asistió a clases de pintura tradicional en la Universidad de Tokio de Bellas Artes bajo la guía de un maestro famoso, Yuki Somei, y a la edad de 21 años, su primera obra fue aceptada por el influyente grupo Nitten en su exposición anual, lo que le brindó fogueo local y una gran popularidad que colocaría el apellido Kaii en las voces de todo el gremio.
Cuando se graduó en 1933, comenzó a realizar su sueño de viajar al extranjero y embarcó en un barco de carga a Europa, visitando Austria, Alemania, Francia e Italia, sintiéndose abrumado por Florencia y hechizado por Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, aunque sintiendo que jamás podría emularlos, por lo que volvió a Japón inspirado, aunque un poco melancólico de ver el arte de aquellos nombres del Renacimiento.
Al volver, fue reclutado en la Guerra del Pacífico, y aunque enfrentó una serie de difíciles pruebas, incluida la muerte de varios familiares, estas le ayudaron a que abriera los ojos a los hermosos paisajes que iría a pintar, siempre inspirado por la nostalgia que le ocasionaba la pintura renacentista.
“Europa está seca y Japón es húmedo”, se dijo en 1935, durante sus expediciones militares, y después de haber descubierto los beneficios de clima húmedo en la conservación de pinturas sobre papel, el camino del artista estaba trazado. A sus cortos 27 años, después de estudios, viajes, tragedias y la experiencia de guerra, Kaii Higashiyama experimentó sus años más intensos, montando incluso su primera exposición individual y volviendo a atender su popularidad en el viejo continente.
Mientras varios artistas de Nihonga sintieron la necesidad de preservar la herencia de la pintura y las técnicas clásicas japonesas a la par que crecían las técnicas de Occidente, Kaii nunca quiso que estas se pelearan, sino, que se juntaran y expandiera su influencia, por lo que muchas de sus pinturas podrían parecerse a aquellas de Claude Monet, por ejemplo.
Fog clearing, 1911. Fuente: Japanese Painting Gallery.
En 1949, a mediados de sus treinta, se encontró con el negocio familiar lleno de deudas, montando exposiciones y ganándose la vida a partir de crear ilustraciones de libros para niños.
Al enfrentarse con seriedad a la naturaleza, Higashiyama creó un mundo de arte profundamente reflexivo, que era muy estimado por sus cualidades universales, que reflejaban la perspectiva y el espíritu natural de los japoneses. De esta manera tuvo su primer gran éxito cuando su pintura Zangho (Afterglow) ganó el primer premio en la feria Nitten.
A la edad de 40 años ya gozaba de gran fama y fue nombrado el artista más popular en Japón debido a que una multitud de personas de todos los ámbitos de la vida atestaron sus exposiciones a gran escala, por lo que fue reconocido como el “Gran Maestro de Nihonga”.
En 1969, tras haber sido galardonado como miembro de la Academia de Arte de Japón y haber obtenido el Premio de Cultura nipón, Kaii se dedicó a los ensayos, unos que inclusive narraban o acompañaban al paisaje que solía colocar en sus lienzos. En Diálogo con paisaje, un título que evoca su relación íntima con la naturaleza, se convirtió en su texto más famoso, pues narra los montes que lo rodeaban y explica el trasfondo espiritual de su arte.
Hacia el final de su vida, donó más de 600 artículos, dibujos y pinturas a la Kaii Higashiyama Museo en Shiroyama Park, la ciudad de Nagano, donde descansan hasta el día de hoy.
Pintó varios murales de paisajes japoneses y chinos, para el templo Tōshōdai-ji, completados entre 1975 y 1980, y el 12 de enero de 1985, Higashiyama junto con Andy Warhol y Joseph Beuys, participó en el proyecto Arte-Global, iniciado por el artista conceptual Ueli Fuchser, que consistió en el envío de dibujos de los tres artistas alrededor del mundo.
Murió el 6 de mayo de 1999 en Tokio, Japón.