Bien vestida, colorida, elegante, adornada con flores y joyas, pero al final esqueleto, la famosa Catrina, más que infundir miedo o terror, transmite un mensaje de igualdad, ya que, al final, huesos somos y en huesos nos convertiremos sin importar los lujos o las apariencias que tanto nos dividen en vida.
Aunque hay muchos mitos que se relacionan con ella, lo cierto es que los más antiguos corresponden a la civilización mexica. De esta se desprende la existencia de Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl: unos esposos que se encargaban de regir el inframundo y determinar qué almas podían llegar a él.
De acuerdo a esta civilización y tiempos en la historia mexicana, una vez que una persona moría, esta se podía ir a cuatro lugares distintos dependiendo de cuáles habían sido las circunstancia de su muerte.
Al Tlalocan iban aquellos que habían muerto en el agua o si les había caído un rayo; al Mictlán iban si su deceso había tenido causas naturales; al Tonatiuhihuícac iban las mujeres que habían muerto en parto y los guerreros que derramaron su sangre en las filas de combate; y por último estaba el Chichihuacuauhco, al que iban los bebés que morían antes o durante el nacimiento.
Con el paso de los años, y más formalmente durante los tiempos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, de acuerdo al experto en historia Alex Heredia, los esqueletos y cráneos acompañados de textos en algunos periódicos, revistas e impresiones de la época empezaron a formar parte de la crítica irónica sobre la situación de pobreza y desigualdad en el país, donde se apuntaba a los hábitos de las clases privilegiadas como causa de este rezago palpable en México, por lo que la figura satírica se convirtió en el inicio de 1900 en un elemento muy popular entre la población y los famosos "periódicos de combate".
Debido a esta amplia aceptación que comenzaron a disfrutar, varios caricaturistas y periodistas como Santiago Hernández, Constantino Escalante, Manuel Manilla y José Guadalupe Posada apostaron por acentuar el carácter festivo de esta figura, así como el ingenio cargado de crítica que en este momento definía al pueblo mexicano, este último gozando de la notoriedad más sobresaliente.
En 1910, originalmente bajo el título La Calavera Garbancera con el fin de explotar el término del garbancero, aquel que, a pesar de tener sangre indígena, pretendía ser europeo y renegaba de su propia cultura, a quienes más tarde se les refirió como los malinchistas, Posada llevó a cabo su tan llamativo dibujo, acompañado del ideal: “La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.
El trabajo de Posada se dirigía sobre todo a la clase obrera, evidenciando las desigualdades y el sufrimiento del pueblo a través de la sátira. Criticando los excesos de las clases políticas y a la vez que retratando el estilo de vida del mexicano común, más que plasmar la solemnidad de la muerte, sus calaveras están llenas de vitalidad: sus personajes bailan, montan en bicicleta y se reúnen para celebrar fiestas.
Fuente: Yadira Leos González
A pesar de su amplio trabajo y variada obra, Posada murió casi en el anonimato, tan pobre como había nacido, y no fue hasta que uno de sus más grandes admiradores, el muralista Diego Rivera lo incluyó en uno de sus murales más famosos, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, que se le empezó a prestar la atención debida.
Ahí, Catrina es una de las figuras centrales de la pieza, donde además de cargar su característico sombrero, viste un vestido afrancesado y una boa de plumas que evoca a Quetzalcóatl, el gran dios mexica. A su lado derecho se encuentra Posada, quien le ofrece su brazo de manera galante.
Con los años, y en gran parte gracias a la difusión de Diego, otros artistas retomaron el personaje hasta consolidarlo como una imagen representativa, con lo que dicho término se ha ido transformando de crítica social a esta idea de proponerle la paz a la muerte, honrándole y dándole la bienvenida en vez de rechazo y miedo a un destino del que ultimadamente nadie podrá escapar.
Hoy día, a través de la comida, las flores, las bebidas, los colores y los olores, la tradición y la imagen de esta entrañable calavera que carga con el corazón de los que se nos han adelantado ha cruzado fronteras y se ha arraigado en muchas otras partes del mundo.