Nada puede ser más permanente que lo efímero, porque cambia eternamente. Ello lo sabe el microbiólogo Seung Hwan Oh.
Él ha logrado eternizar la efímera experiencia de la sublime sensación que se vive al exponerse a una obra artística, y lo consiguió infectando sus fotografías, la disciplina que escogió para volcar su visión de la estética.
Seung Hwan Oh ha hecho que sus fotografías cambien, tal como hacen los organismos vivos, que mueran y revivan todo el tiempo, como las células de un organismo. Para ello, de entrada usa película convencional (no cámaras digitales, sino refelx). Al film, le aplica un hongo, que deteriora el celuloide de la película y toma formas caprichosas y únicas al momento de revelarse e imprimirse. Una verdadera apuesta de fotografía orgánica, que hace mutar la imagen permanentemente. En otras palabra, le quita el frozen a la foto fija. A la serie, la ha llamado: Impermanencia, justamente porque la imagen muta, deja de ser para seguir siendo eterna.
Para esta serie, cultiva los hongos que aplica a la película antes de colocarla en la cámara. A través de este proceso, los microorganismos devoran lentamente la película y la imagen resultante es un borrón de líneas y colores abstractos.
En un mundo saturado de imágenes idealizadas que se producen y dispersan fácilmente, Seung-Hwan Oh brutaliza y maltrata sus imágenes para enfermarlas, revelando no solo la plataforma tangible y física de la fotografía en sí, sino también la vida de la obra de arte.
Él afirma: “uso esta técnica para compartir una idea de que toda la materia, incluidas todas las formas de vida, colapsan en esta dimensión espacio-temporal a la que pertenecemos”.
Recuerda un tanto al trabajo multidisciplinario, y de multiconciencia, del científico japonés Masaru Emoto, quien ha fotografiado la mutación de las mismas moléculas de agua antes y después de someterse a un proceso de adquisición de consciencia energética a través de la meditación y las bendiciones sobre las partículas de agua.
Algunos han llamado a Emoto el profeta del agua, por su convicción de que el agua es el alma del universo, al considerarla conciencia líquida y postular que la estructura molecular del agua registra las vibraciones de sonidos, colores, formas, palabras, emociones y pensamientos. Así, de acuerdo con Emoto, el agua graba las intenciones de cada uno. Y las devuelve.
Es el más receptivo de los cuatro elementos, plantea Emoto, y ha demostrado que las moléculas de agua reaccionan a sucesos no físicos que cambian su estructura física. Llevó a cabo la aplicación de estímulos mentales (monjes concentrÁndose en un vaso de agua, mandándole intenciones al líquido) y fotografió el agua con un microscopio de campo oscuro. La diferencia en la estructura de las moléculas (al menos, en cómo retratan ante el microscopio) es notoria: el agua bendecida se nota como un copo de nieve, de formas más complejas y estéticas. Sublimes.
Hongos o agua, la propuesta de Seung Hwan Oh nos recuerda que lo verdaderamente orgánico es lo vital (aunque la comunidad hípster se haya robado el término) y no hay nada más eterno que lo que cambia.