Jan Lievens es recordado como uno de los artistas holandeses más fascinantes y enigmáticos del siglo XVII gracias a sus audaces e innovadoras técnicas que crearon personajes, paisajes y retratos confrontativos ampliamente elogiados y valorados durante su vida.
Lievens, hijo de Lieven Hendrickcz, comenzó su carrera en Leiden, Holanda, a principios y mediados de la década de 1620.
Su formación, una que comenzó a la edad de 8 años, fue con el artista de Leiden Joris van Schooten, con quien estuvo en Ámsterdam de 1618 a 1620. Además trabajó junto a Pieter Lastman, quien veía al joven como un niño prodigio que tenía enamorada a la ciudad con sus hábiles formas de llevar el pincel por el lienzo.
Su técnica, una que perfeccionó durante toda su vida, se construyó apenas a sus 12 años, y a la postre la hizo brillar junto a sus contemporáneos Utrecht Caravaggisti, Gerrit van Honthorst, Dirck van Baburen y Hendrick ter Brugghen. Como ellos, Lievens ejecutó obras con gruesos empastes, acercó sus figuras al plano de la imagen y dramatizó sus escenas con fuertes contrastes de luz y oscuridad.
Constantijn Huygens, el secretario de Frederik Hendrik, el Príncipe de Holanda en aquel entonces, reconoció sus habilidades precoces y presentó al artista a la corte holandesa en La Haya. Ahí, el rey y la reina, Federico e Isabel, hermana de Carlos I, Rey de Inglaterra, encargó a Lievens que pintara retratos de su hijo mayor, lo que le fue dando grandes recompensas económicas que apoyaron su pintura en los años por venir.
Jan Lievens, al ver su éxito continuar, aspiraba a ser un artista de la corte de renombre internacional, así que se fue de Leiden a Londres para pintar en la corte de Carlos I. Allí estuvo bajo la influencia de Sir Anthony van Dyck, a quien había conocido previamente. Lievens permaneció en Londres hasta 1635, cuando se trasladó a Amberes, donde entró a una comunidad artística que incluía a los pintores Adriaen Brouwer, David Teniers y Jan Davidsz de Heem, y pintó escenas de género, estudios de cabecera, paisajes y temas religiosos a gran escala.
En 1638, ya instalado como maestro y voz importante dentro del gremio de la pintura, se casó con Susanna Colijns de Nole, hija de un destacado escultor, quien influiría en su obra e incluso aparecería en algunas de ellas.
En 1644, el artista regresó a Ámsterdam donde murió su esposa. En 1648 se casó nuevamete, esta vez con Cornelia de Bray, y su obra comenzó a explotar, tanto en su país como en Alemania y España, donde los líderes políticos, culturales y empresariales holandeses buscaban los servicios de Lievens como retratista.
Era dueño de una personalidad difícil, lo que complicó sus relaciones tanto con su familia como con los clientes, lo que truncó su trayectoria. Desafortunadamente Jan murió en la pobreza en junio de 1674 y su reputación póstuma nunca ha podido ser elevada al nivel que obtuvo en vida.
Muchas de sus mejores pinturas se han atribuido erróneamente a otros artistas, incluído Rembrandt. Sin embargo, cuando vemos los tonos oscuros y los gestos vivos, podemos reconocer la mano de Jan Lievens en cualquier lado.