Cuando se habla de la artista danesa Gerda Wegener es común que también salga a la conversación su esposo, Einar Wegener, que luego pasó a llamarse Lili Elbe, pues fueron inseparables.
Por la calidad de su producción artística bien vale la pena hablar de Gerda y del lugar que ocupa en la historia del arte ya que su trabajo como pintora e ilustradora es vasto e impresionante.
Gerda Gottlieb nació en Copenhage, Dinamarca, en 1885 y su trayectoria artística empezó cuando decidió estudiar en la Academia de Bellas Artes de dicha ciudad.
Es en este lugar donde Gerda conoce a Einar Wegener, un joven pintor de paisajes con quien se casó en 1904.
Ochos años después de contraer matrimonio, es decir, en 1912, la pareja decidió establecerse en París ya que en aquel momento esta ciudad era donde nacían y se desarrollaban los principales movimientos artísticos.
A partir de este momento, la producción artística de Gerda se concentró en el retrato y la escena erótica.
Dos de sus modelos más frecuentes en los retratos eran la famosa bailarina danesa Ulla Poulsen y Einar ya que para estos se convertía en Lili Elbe, lo que le permitió descubrir su verdadera identidad.
Gracias a esto, Einar encontró la libertad para explorar y poco tiempo después decidió someterse a varias operaciones de cambio de sexo a principio de la década de 1930, con el respaldo de Gerda.
En diversas ocasiones la propia Gerda decidió retratarse junto a Lili, lo que dejaba ver la especial y compenetrada relación que tenían.
Las obras de Gerda abordaban temas como el erotismo y la ambigüedad sexual con gran sofisticación.
Además de pintar retratos, la artista realizó múltiples ilustraciones de escenas eróticas en las que Lili era la protagonista.
Sus ilustraciones de temática lésbica para la obra de poemas Doce Sonetos Lascivos, de Louis Perceau, son consideradas de sus mejores creaciones.
Gerda también realizó ilustraciones de moda para revistas como Vogue, La Vie Parisienne o Fantasio.
En 1931 Lili Elbe murió y Gerda decidió casarse por segunda ocasión con el diplomático italiano Fernando Porta y luego trasladarse a Marruecos.
Sin embargo, dicha relación no funcionó y terminó divorciándose, así que regresó a Dinamarca, donde fallecería en julio de 1940.