Las pinturas y los grabados de Kobayashi Kiyochika representan una posibilidad, la de ver algunos de los escenarios más cautivantes del paisaje japonés.
Nacido como Kobayashi Katsunosuke el 10 de septiembre de 1847 en el barrio de Kurayashiki, en Edo, actualmente Tokio, Kobayashi fue el hijo de Kobayashi Mohē y Chikako. En 1853, cuando una flota naval de barcos de hierro negro llegaban a las costas japonesas cerca de Uraga después de que Japón se vio obligado a abrir sus fronteras para las relaciones comerciales con Estados Unidos en el Tratado de Kanagawa un año antes, fue marcado el turbulento camino que habría de recorrer aquel joven antes de que encontrara su vocación en las artes.
En los años por venir, unos que serían marcados por los graves azotes bélicos y cambios sociales vividos en el país, Kobayashi tuvo que hacerse cargo de su hogar y del cuidado de sus hermanas y su madre.
Fue oficial dentro del kanjō-bugyō, pero, tras la caída del periodo Edo en 1868, el joven regresó a Tokio para codearse con artistas como Shibata Zeshin, Kawanabe Kyōsai, el caricaturista inglés, Charles Wirgman, y Shimooka Renjo, un fotógrafo de quien aprendió los principios de su disciplina.
A partir de 1876, Kobayashi Kiyochika creó sus primeros grabados en madera inspirándose en escenas de Tokio.
El regreso de Kiyochika a Tokio coincidió con el comienzo de la era de las luces de gas en la ciudad, lo que significó la llegada del alumbrado público, un aspecto que cambió drásticamente el aspecto de la ciudad después del anochecer, abriendo un campo completamente nuevo de investigación visual para los artistas.
Para Kiyochika, el impacto fue trascendental, ya que 25 de los 93 grabados de su serie llamada Tokyo Meisho-zu son paisajes nocturnos. Ninguna otra serie de grabados en madera puede recrear de manera tan evocadora esta escena del Japón que emergía y a su vez desaparecía.
Aunque sus grabados se mantuvieron básicamente en el estilo tradicional japonés, Kiyochika utilizó elementos occidentales como la perspectiva, el efecto de la luz y las graduaciones de las sombras para enaltecer sus lienzos. Había leído y visto fotografías sobre los impresionistas franceses como Claude Monet, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir y Camille Pissarro, y así fue que su pintura comenzó a cobrar vida a partir de un juego magistral de los efectos de la luz.
Fuente: Visualizing Cultures.
En 1880, no olvidando los embates bélicos que tanto lo forzaron a buscar la vida lejos de la pintura, también recurrió a las caricaturas e ilustraciones satíricas para periódicos y revistas para crear sus propios grabados de guerra.
En 1894, Kiyochika estableció su propia escuela de arte, teniendo como alumnos a Hasui Kawase, Hiroshi Yoshida, y Tsuchiya Koitsu, quien vivió con él durante 19 años, y quienes lo consideran como el último maestro del viejo ukiyo-e.
Murió el 28 de noviembre de 1915, en Kioto.
El estilo de Kobayashi Kiyochika
No obstante, más que ser el último mohicano, por decirlo así, de su gremio antes de la entrada de nuevo géneros hacia la pintura japonesa, el legado e impacto de Kobayashi radica en que pudo combinar los estilos tradicionales con el estilo occidental moderno y aún así mostrar una nueva dirección para una generación posterior de artistas jóvenes y a su vez allanar el camino para un nuevo renacimiento de la impresión japonesa: el movimiento artístico Shin Hanga.
Algunos críticos definen el Nihonga de Kobayashi como uno en donde hay belleza, pero la alegría de vivir está ausente, y una sensación de silencio toma su lugar.
Fuente: Christie's.
En contraste con la exaltación de otros grabadores que celebraron el influjo de la tecnología, la arquitectura y las modas occidentales, los paisajes urbanos de Kiyochika comúnmente evocan imágenes de una ciudad desaparecida o que está por desaparecer, y tiende a transmitir un sentido moderno, no de progreso, sino de alienación y pérdida, aunque envueltos en una cautivante belleza.
Sus lienzos quedan para sacar una conclusión propia y disfrutar de inigualable belleza.