Si el arte es la capacidad de ver lo extraordinario en lo ordinario, Kawai Gyokudō es uno de los artistas más importantes no solo de la corriente Nihonga, sino de toda la historia.
Nacido en en lo que hoy es la ciudad de Ichinomiya, prefectura de Aichi, el 24 de noviembre de 1873 como el hijo mayor de un comerciante de papel, tinta y orquidea que lo llevaba a paseos por montañas, Kawai identificó muy rápido su pasión por la naturaleza, los animales, la pintura, el lienzo, y las miles de posibilidades que existían mediante la relación de ellas.
En 1887, aún muy joven, viajó a Kioto con Kōno Bairei para comenzar sus estudios en la escuela de pintura Maruyama-Shijo, donde aprendió técnicas nativas y las occidentales que le fueron abriendo perspectiva y puertas.
Casi 10 años después, ya con mucha práctica a sus espaldas, en 1896, se mudó a Tokio y se convirtió en alumno de Hashimoto Gahō, uno de los nombres más importantes de la corriente Nihonga para aquel entonces. De esta manera desarrolló un estilo muy personal, especialmente en el campo de la pintura de paisajes.
En este proceso que lo fue consagrando como un maestro ampliamente aceptado localmente, Gyokudō se convirtió en una figura central en el arte de Tokio, sirviendo incluso como juez en las exposiciones oficiales del país y siendo parte de la creación de la Escuela de Bellas Artes de Tokio, ahora Universidad de las Artes de Tokio gracias a la visión que otorgaban sus pinturas sobre las formas y los modos de un país rico con tantas costumbres.
Gyokudō rompió barreras y esquemas gracias a sus obras policromadas y ocasionalmente monocromas que representan las montañas, los animales, los climas y los ríos de los lugares que caminó con su padre, pero además, llevándolas a cabo en las cuatro estaciones del año, lo que no sólo reflejaba su atención al entorno, sino también al sentimiento que le generaba cada época y cada momento, que al final, fueron la escuela que le definió.
Estos detalles y menciones anteriormente mencionadas se pueden ver en algunas de sus obras más trascendentes, como lo fueron Futsuka zuki ("La luna nueva"), Yuku haru ("La primavera que se marcha"), Mine-no-yu ("Noche en la cima de la montaña") y Bosetsu ("Nieve en la noche").
Fuente: Gyokudo Art Museum.
Juntos, pero no revueltos, humanos y animales se muestran como parte importante del paisaje natural de Kawai Gyokudō, quien en 1940, todavía a una edad muy temprana a comparación de sus contemporáneos, fue nombrado Artista de la Casa Imperial y galardonado con la Orden de la Cultura.
Poético pero verdadero, los trabajos de Kawai, unos que descansan en su gran mayoría en el Gyokudo Art Museum de Tokio, dan la apariencia de un lienzo marcado por lentitud y mesura, pero unos donde uno no se tarda en encontrar la belleza que esconden los momentos diarios de la naturaleza y de nuestra vida dentro de ella.
Como conclusión a su trabajo, no se puede pasar por alto el hecho de que el encanto derivado de la personalidad y la obras de Kawai Gyokudō ayudó directa e indirectamente a cultivar los sentimientos artísticos de la gente de su país, y al mismo tiempo, a hacer que el mundo comprenda el estado pacífico de las cosas en Japón.