Iggy Pop tiene 75 años, 60 de ellos en el rock, decenas de discos y un mote que en muchas reseñas y biografías aparece escrito con mayúsculas: el Padrino del Punk.
Él sigue brincando (y de qué forma) sobre el escenario con el torso desnudo, como si nada hubiera cambiado desde la década de los 70, cuando se lanzaba sobre el público y terminaba sus conciertos con el hombro dislocado o batido de sangre.
James Newell Osterberg Jr., Jimmy, o Iggy es a quien se le adjudica haber sentado las bases del punk, aunque ahora reniegue de esto.
En diversas entrevistas, el artista ha declarado que su etapa más creativa fue durante la era de Stooge y hasta su disco solista Lust for Life (1977), ya que era su música sin mayores trucos de producción, a diferencia del Blah Blah Blah (1986), el más exitoso comercialmente hablando.
Este personaje, cuyo nombre sacó de la primera banda que tuvo, The Iguanas, y el apellido de Jim Popp, amigo de los hermanos Asheton, se ha mantenido presente en el imaginario contemporáneo también por participaciones en los soundtracks de películas como Trainspotting, de 1996, de Danny Boyle o como actor en Coffe and Cigarettes, de 2003, de Jim Jarmusch, entre otras.
En varias series televisivas, así como obras literarias, personajes como Mark Renton, de Trainspotting (Irvine Welsh), o Violetta, de Diablo Guardián, (Xavier Velasco) encuentran en la música de Iggy Pop una especie de extraña guía y consuelo.
Definitivamente Iggy es uno de los personajes más seductores del rock, no por su belleza, sino por la fuerza de su música, por su capacidad de innovar siendo fiel a un estilo que al final podríamos definir como un blues salvaje.
Es tal su peso en la industria que influenció a músicos de la talla de David Bowie.
De ser considerado protopunk y, sin duda alguna, ser el punk con más años de resistencia, Iggy Pop sigue haciendo música capaz de cimbrar en lo profundo, por lo que solo deseamos muchos más años de vida para el Padrino del Punk para continuar venerándolo.