Stéphane Mallarmé fue un célebre representante del simbolismo, creador del lenguaje hermético; influenció en la creación del dadaísmo y futurismo.
Etienne Mallarmé, mejor conocido como Stéphane Mallarmé, nació un 18 de marzo de 1842 en París. Sus abuelos lo criaron al morir su madre cuando él era muy pequeño.
Era profesor de inglés y trabajó en algunas revistas donde publicó los poemas que escribió desde muy joven.
El autor vivió una época de cambios culturales importantes: la bicicleta se había puesto de moda, el periódico cada vez era más consumido y el libro, el medio escrito por excelencia, iba en decadencia entre la clase que sabía leer y escribir.
Su método de enseñanza era poco convincente para las autoridades educativas ya que pedía a los alumnos que tradujeran obras de Edgar Allan Poe o de Shakespeare pero, al final, no podían articular frases para comunicarse porque el objetivo que Mallarmé buscaba alcanzar era que prestaran atención al sonido del lenguaje en busca del significado.
En un principio, el poeta fue parte del simbolismo francés, un movimiento literario y artístico de finales del siglo XIX que se expresó a través de símbolos o representaciones de la realidad, pero después se desprendería de él porque ya no encontraba una estética con más ambición.
El crítico encontró en la poesía hermética una propuesta más completa. Esta nueva corriente, derivada del simbolismo, puso énfasis a la palabra por encima de los significados.
Mallarmé escribió obras como La siesta de un fauno (1865), Divagaciones (1897) y Una tirada de dados jamás abolirá el azar (1897), trabajos que inspiraron a la creación de nuevas escuelas artísticas como el dadaísmo y el futurismo.
El dadaísmo, o dadá, fue un movimiento cultural para contradecir a las bellas artes, mientras que el futurismo era un punto de encuentro de varias corrientes vanguardistas en Italia del siglo XIX que rompieron con el pasado del arte.
Los martes eran los días de tertulia en casa de Mallarmé, así que intelectuales y artistas como Édouard Manet, Berthe Morisot y Paul Gauguin, entre otros, no faltaban a dicha cita.
Los mexicanos Alfonso Reyes y Octavio Paz fueron traductores de versos y poemas del escritor francés.
Stéphane Mallarmé falleció un 9 de septiembre de 1898 en Valvins, Francia.