La presencia de Luz López Alegre se hizo "imprescindible" para el escritor Mario Benedetti, según explica su biografía, así fue cuando eran adolescentes, y así continuó hasta el día en el que ella falleció, a los 84 años, el 13 de abril de 2006.
Mario nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, un pequeño pueblo en el centro de Uruguay, pero a los 4 años se mudó junto a su familia a Montevideo. Debido a la pobreza de su casa, de adolescente tuvo que dejar el colegio y trabajar vendiendo repuestos de carros, aunque en su cabeza permaneció la escritura como una lejana esperanza.
Fuente: Bohemia.cu
En 1939 tomó la decisión de marcharse a Buenos Aires, Argentina, donde se desempeñó como secretario de una escuela y comenzó una complicada aventura.
A pesar de la terrible paga y las malas condiciones laborales, se encontró por primera con Luz, de quien escribió el 23 de marzo de 1976, 30 años después de su matrimonio, en el poema Bodas de Perla: "Cuando la conocí (...) supe que me estaba destinada, mejor dicho, que yo era el destinado".
En este tiempo, intercambiaron correspondencia a pesar de que realmente nunca pudieron convivir como lo deseaban. Abrumado por los preocupantes estragos de un trabajo mal pagado, Marió decidió regresar a casa, a Montevideo, Uruguay, donde sabía que había familia y un nuevo trabajo, por lo menos más justo en cuanto a la paga.
Se despidió de Argentina, pero no de Luz, ya que el contacto permaneció como mejor pudo, sin olvidarse ni alejarse.
El poeta consiguió un cargo como funcionario dentro de la Contaduría General de la Nación, aunque inesperadamente se enfermó de tifus, con lo que se tuvo que alejar de todo y reposar en cama durante dos meses con fiebres y diarrea.
Mientras padecía lo que el escritor recuerda como uno de los momentos más retadores de su vida, Luz fue a visitarlo a su casa, un hecho que los marcó para siempre como pareja.
Finalmente, en 1946, a los 26 años, Mario Benedetti y Luz López se casarían y vivirían enamorados durante 60 años.
Fuente: Fundación Mario Benedetti.
Viajaron y crecieron. El escritor y su esposa contaban en sus cartas que durante su relación todo lo que hacían era útil, o bien, mejoraba algo, y eso establecía la diferencia de que quisieran permanecer juntos.
Todo este periodo de su vida sería vital para que se formara como poeta, porque hasta el último de sus días, Luz sería precisamente eso: la estrella que lo iluminará en los más complejos desafíos, como su exilio en junio de 1973 debido al Movimiento de los Independientes, forzando a Luz a permanecer 10 años en Uruguay cuidando a su mamá y a la de su esposo, mientras él huía amenazado por su actividad política.
"Las cicatrices y los rencores no se produjeron bajo el exilio, sino bajo la dictadura", afirmó Mario una entrevista para el diario peruano La República en octubre de 2006.
Para tomar un ejemplo, donde mejor expone sus deseos de volver y extrañar es en su poema Viceversa, que forma parte de Poemas de Otros, publicado en 1974, donde se lee:
“Tengo miedo de verte/ necesidad de verte/ esperanza de verte/ desazones de verte// Tengo ganas de hallarte/ preocupación de hallarte/ certidumbre de hallarte/ pobres dudas de hallarte// Tengo urgencia de oírte/ alegría de oírte/ buena suerte de oírte/ y temores de oírte// O sea/ resumiendo/ estoy jodido/ y radiante// Quizá más lo primero/ que lo segundo/ y también/ viceversa”.
Tras una década marcada por distancia pero que dio como resultado varios de los mejores trabajos del escritor, Benedetti regresaría finalmente hasta 1985 y repartiría su tiempo entre sus residencias de Uruguay y España, atendiendo a sus múltiples honores, premios y compromisos. Luz siempre estaría con él, sin embargo, se apagaría el 13 de abril de 2006, y con ella, las ganas de Mario para volver a escribir.
A partir de entonces, Benedetti se apartó de su obra, y cuando no lo hizo, la ausencia de su Luz fue la protagonista de sus últimos trabajos, como el libro de poemas, Canciones del que no canta.
Ese mismo año, el eterno enamorado de aquella mujer sencilla, con un especial sentido de lo práctico y tan querida por sus amigos, escribió:
Antes de su final inmerecido/ Luz abrió por última vez sus ojos/ y su mirada fue una despedida/ nunca podré olvidar/ esos ojos tan míos/ resumiendo una vida/ dando un amor postrero/ más o menos consciente.
Mario Benedetti le escribía al montevideano del común, o a cualquier persona de la clase media con un lenguaje sencillo y directo, porque es con quien él se identifica. Sus letras están marcados por la represión, por el amor y por su desexilio, término inventado por él para referirse a esa sensación del que regresa a un lugar para hallar que no es el mismo que dejó.
Pero al igual que cualquier otra cosa, hoy recordamos a su musa, la mujer que amó, por quien escribió y quien anidó su fervor revolucionario.